Andaba Cletino preocupado y cabizbajo. Después de su largo peregrinaje por lo largo y ancho del mundo no encontraba la patita ideal de sus sueños para crear un hogar digno. Siempre idealizaba y perseguía la perfección en todo. Mamá pata trataba de ayudarle y le decía: --No seas tan exigente, Cletino, la perfección no existe.
Una mañana de primavera Cletino se bañaba en el estanque entre nenúfares y juncos floridos. La brisa matutina, fresca y radiante, acariciaba su plumaje. Él, romántico por naturaleza, tenía el presentimiento de que aquella mañana encontraría el amor. Y..., al virar para volver, ¡la vio! : según él, era la pata más linda que jamás había visto. Ella, nadaba haciendo quiebres y piruetas abriendo y cerrando las alas, de un modo encantador, según él. El viento movía su plumaje dejando al descubierto parte de su rosada pechuga. Cletino quedó fascinado. Se dijo que aquella y no otra era la pata de sus sueños. Se le acercó. Eran tan tiernos los requiebros, "según él" que de inmediato la pata se le entregó.
--¡Mapata, mapata! ¡La encontré! --Decía excitado a su madre al presentársela ilusionado.
Mamá pata supo de inmediato que Cletino, de verdad, se había enamorado. De nada serviría decirle que conocía a la pata Sifilata; que se entregaba a quién se lo pedía.
"El enamorado nunca ve los defectos del ser amado"
