sábado, 11 de septiembre de 2021

La cabra Maruja y el sapito Nicasio


 



 El sapito Nicasio tenía su casita construida en unas calabazas junto a la casita de la cabrita Maruja, que era de roca lisa.  
La casa de Nicasio era grande y espaciosa para ser de un sapito. Tenía grandes ventanales y jardín con enredaderas.
Todas las mañanas veía pasar a la cabrita Maruja, con las ubres tan grandes que casi arrastraban por el suelo. Siempre llenas de leche.
Cuando la cabrita Maruja pensaba que el sapito Nicasio no la veía, se paraba a mordisquear las enredaderas que Nicasio tenía en su jardín, siempre tiernas y floridas, pero Nicasio acechaba desde su ventana y salía dando saltos y croando con enfado.


La cabrita Maruja seguía comiendo sin hacer caso de los insultos que le dirigía el sapito Nicasio, lo veía tan pequeño que no le daba ningún miedo.
El sapito Nicasio pensó la manera de vengarse de la cabra mala y loca que le arruinaba el jardín.


 


—Ya sé de qué manera voy a conseguir que esta cabra loca no se coma mis plantas. 
Fue en busca de su amiga la mofeta Cleta y le pidió por favor que fuera a pasar una temporada en su jardín. Como su casa de calabaza era grande, le cedió la mitad a la mofeta para que se instalara allí cómodamente.
 Al poco tiempo de mudarse la mofeta Cleta a su nueva vivienda, la cabrita Maruja estaba aburrida, pues llegaba hasta su casa un fétido olor insoportable.


Entonces, la cabrita Maruja, al no poder vivir allí soportando aquel olor tan desagradable, tuvo que marcharse a otro lugar y dejar su linda casita de roca lisa.
 En lo sucesivo llevó cuidado en comportarse bien con los vecinos, ya que no está nada bien ir molestando. Por otra parte, pueden tomar
represalias.
Ya lo decía mi abuela: "No hay enemigo pequeño"

María Encarna Rubio

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