Las zapatillas estaban sucias y el humor por los suelos. La ventana abierta dejaba entrar el aire fresco de la mañana; gracias a eso se podía respirar. Las duchas no eran muy frecuentes a pesar del cartel que su amigo había colgado frente a su cama: "EL AGUA Y EL JABÓN NO HACEN DAÑO AL PULMÓN". Singular donde los haya, pensaba que, así como Sansón tenía la fuerza en el pelo, él la tenía en las uñas de los pies. Garfios enroscados parecían las suyas. De zapatos usaba dos números más de la cuenta. Un día, su amiga más íntima se las cortó cuando dormía. Pasó una semana en la cama alegando que su debilidad era extrema; eso sí, con musiquilla de fondo.
Escritor de humor, tenía los chistes esparcidos por el suelo.
-¿A que parece una calamidad de hombre? ¡Pues no, era una buena persona! Daba lo que tenía, amigo de sus amigos; en fin, que sólo le faltaba enamorarse de verdad.
A millones de años luz de distancia, se preparaba un milagro par él. Una partícula cósmica visitaba el planeta con frecuencia inusual. Había encontrado un atajo. Se colaba por un agujero negro, y, en media hora terrestre, se plantaba en el planeta con toda facilidad. No tenía manos, ni ojos, ni boca; lo que sí tenía era una gran sensibilidad. Se había enamorado. Todas las mañanas se colaba por la ventana para darle un beso a nuestro amigo el güárrete. Soñaba con tener manos, boca, y... todo lo demás. Pensaba que, si los tuviese, le cuidaría. Le compraría vestuario con estilo y pasearían por el parque cogidos de la
mano.
mano.
Lo que se desea con fuerza se convierte en realidad, siempre que sea un sueño de amor. Nuestra partícula enamorada, un día se quedó en la tierra el tiempo suficiente. Le crecieron sus manos, su boca y todo lo demás. Se hizo la encontradiza en un baile de disfraces. Vestía de Afrodita. Su belleza era digna de la diosa a la que representaba. Nuestro amigo quedó inutilizado para escribir chistes de humor, sólo le salían poemas de amor. Quedaron en verse.
Gastó parte de sus ahorros en ropa. Pasó la mañana en el salón de estilismo. Se presentó a la cita, cómo un Adonis digno de una Afrodita. Su casa olía a rosas, por si acaso... ¡EL PODER QUE TIENE EL AMOR!
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