No pasaba día que no se llevara una regañina. Andrés no era malo, pero le gustaba hacer lo que quería. Gritaba por cualquier cosa y le gustaba mucho dormir. Un día se empeñó en que no iba al colegio. Su padre le decía "nadie hace lo que quiere, sino lo que debe hacer, y tu debes ir al colegio, porque de eso depende tu felicidad futura". Marchó a regañadientes, pero no llegó hasta la escuela, se dio la coincidencia de que encontró en su camino a un transeúnte que le preguntó: "¿Puedes decirme donde está la iglesia?" Cuando le miró a los ojos para contestarle, sintió como un vahído, y ya no tuvo conciencia del lugar ni del tiempo.
Le despertó un ruido ensordecedor, tenía frío. Quiso averiguar donde se hallaba y se asomó por un ventanuco al que apenas alcanzaba. Un mar embravecido se estrellaba contra las rocas en la oscura noche.
Aterrado, gritó pidiendo socorro, pero, aunque hubiese alguien cerca, imposible que le oyesen con el bramar de las olas. Sacó fuerzas de flaqueza, y aunque desde que hizo la primera comunión no había rezado, alzó una plegaria al cielo pidiendo ayuda y perdón para sus pecados.
Amanecía. Una tenue claridad se hacía en el habitáculo. Por el ventanuco, una especie de ratones con alas, se introducían y se colgaban del techo con la cabeza hacia abajo. Vislumbró una escalera que subía y se dispuso a inspeccionar el lugar. No cabía duda, se hallaba en una torre anexa a un castillo, del cual se desprendía un fuerte olor a humedades del mar. Tenebroso y frío, encontró un salón con una gran chimenea.
Había en él lo necesario y encendió fuego. La estancia se iluminó y pudo ver la gran biblioteca; por primera vez en su vida, pensó que quizás en los libros podría hallar la solución a sus problemas. Buscando encontró un manual de "Morse" .Nunca había
puesto tanto interés en una lectura. Cuando lo tuvo asimilado, subió a la torre e hizo señales en Morse con una antorcha por el ventanuco.
Se dio la coincidencia de que pasaba un barco cuyo capitán descifró las señales y dio parte a la policía.
El caso tuvo repercusión a nivel mundial. La policía, en sus pesquisas, no encontraba medios para dilucidar el caso. La naturaleza humana de Andrés sufrió un cambio espectacular. Crecía un centímetro diario, y lo más sorprendente era que, cuando llegaba la noche, como si de un interruptor se tratara, presionaba en el lóbulo de su oreja y de sus ojos salía tal chorro de luz, que era como si se convirtiesen en dos faros de alto voltaje. Cuando había competición nocturna de fútbol, le ponían en alto ..., ¡Iluminaba el campo!
-¡Andres, despierta, se te hace tarde!
¡Hojj!... ¡Dios mio! ... ¡Gracias a Dios que es un sueño!