Hoy
hace un año de aquel fatídico día en que quedó tu vida truncada y
la mía rota. El camicace que la truncó sigue impune y sin
localizar para rendirme cuentas y que yo le vea metido de lleno en el
mismo infierno.
Era
aquel un día lluvioso y desapacible. Te despediste de mí como
solías hacerlo, con besos apasionados que me arrebataban el alma. A
pesar de los años transcurridos nuestro amor seguía
vigente.
Recuerdo
aquella noche en que nuestras vidas se unieron para siempre. Fue un
acto de rebeldía que me hizo enfrentarme al mundo y a todos, y a
decidir que mi vida eras tú, y que nada ni nadie podría
interponerse en nuestro camino.
Habías
enfermado. Teníamos en nuestro haber dos años de relaciones
formales y estaba en nuestros proyectos contraer matrimonio a no
mucho tardar. Tu enfermedad, contagiosa pero curable, había puesto a
mi familia en guardia. Me presionaban de modo imperativo para que
rompiese contigo y dejara de verte. Esa noche, después de rechazar
mis súplicas y mi llanto, me dieron el ultimátum.
Estando
todos reunidos sonó el timbre de la puerta. Apareciste ante mis
ojos, pálido, tosiendo... Venías a buscarme. Llevabas días en cama
y a mí no me habían dejado ir a visitarte. Me acerqué, te di la
mano y nos marchamos sin decir palabra.
Abandoné
a mi familia, a mis padres, a mis hermanos, no me llevé nada más
que lo puesto. Cerré la puerta y me fui dispuesta a no volver hasta
que no aceptaran que la decisión de dejarte o quedar contigo era
solo mía y de nadie más.
Me
llevaste a casa de tus padres que me acogieron con amor y respeto.
Allí permanecí hasta que sanaste, protegida de todo por los tuyos.
Me amaste con la mirada y fue suficiente para ti y para mí hasta que
nos casamos.
He
vivido junto a ti la más maravillosa historia de amor, hasta que un
indeseable despojo de la vida te dejó tirado en medio de una
autopista... ¡”Un año...De vida sin vida”¡
María Encarna Rubio
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