La ranita Ojeras protestaba y detestaba el nombre que le habían puesto sus padres. Había sido la primera en ocupar las frescas aguas de un aljibe. Cuando llegó, éste, estaba completamente desocupado, sin nada de nada, ni hojas secas, ni algas, y mucho menos, renacuajos. Ahora, un ejército de ranas le hacían la competencia. Croaban sin cesar y no la dejaban dormir. Pero eso no era lo peor, lo que de verdad le molestaba, eran sus mofas y sarcasmos..., Ojeras por aquí...,Ojeras por allá. Lo más inquietante de todo para Ojeras suponía la cercanía de la llegada de las vacaciones: Si estas ranas chillonas no aprendían a tener la boca cerrada, las iban a pasar crudas.
La casa a la que pertenecía el aljibe estaba en el campo, lugar donde una familia numerosa hacía sus veraneos. Era de temer lo mucho que a los niños les gusta jugar con las ranas.
Ojeras, pasaba casi todo el tiempo queriendo aleccionar al batallón de ranas de peligro tan inminente.
El duro trabajo que ello suponía la dejaba sin aliento. Además, con un esfuerzo tan continuado, le estaba sacando ojeras. --¡Ojeras! ¡Que te están saliendo ojeras! ¡Ja, ja, ja! -Se reían sin cesar las ocupas del aljibe.
Ojeras, se ponía verde de rabia, bueno..., ella ya era un poquito verde; pero se ponía más verde todavía. De tanta rabia, dio un tropezón, y desde entonces cojea. -¡Ja, ja, ja, no te va a salir novio, cojeando y con ojeras! Decían con intención malévola las de la competencia.
-¡Déjalas que rían! -Decía para sí. Cuando llegue el mal bicho de Jero las pagarán todas juntas.
Jero, era el mediano de la familia. Se distraía bajando al aljibe a darse un baño en aguas frescas. Sabía muy bien nadar, y como nadie le hacia caso, así suele suceder a los medianos..., el mayor, siempre se ha dicho: "el que antes nace antes place" ¡nadie le arrebata el puesto! y el menor se lleva todas las atenciones. Los del centro recogen las migajas.
El verano anterior, Ojeras lo vio todo calladita, por eso Jero no la descubrió. Se enteró de muchas cosas, pues por las noches salía a ver la luna llena.
Ésta salía de detrás de los montes con su sonrisa resplandeciente. Era bonito verla siempre tan feliz, quizás por eso a ella nunca le salían ojeras. Una luz blanca iluminaba todo el campo. Los niños salían a buscar grillos y gritaban cuando encontraban uno. Ojeras corría hacia el aljibe imaginando como gritarían si la encontrasen a ella.
Con estos recuerdos, quedó dormida Ojeras. Al fin el cansancio pudo más y cayó rendida en los brazos de Morfeo.
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