Pasaba horas y horas hablando...,¡ consigo misma!. No había ser viviente en cien kilómetros a la redonda; pero ella se consolaba diciendo todo lo que se le ocurría en alta voz. Bevo, su perro, estaba acostumbrado a sus discursos y locuciones más inesperadas y disparatadas llenas de alusiones y vocablos, desconocidos unas veces, otras, perfectamente descifrables para su entendimiento perruno. Éste, bajo el frondoso árbol que daba fresca sombra a toda la fachada de la casa en los días del estío dormitaba vigilante. Él tenía su criterio sobre su misión en la famosa casa solariega de la cúpula.
Estaba ésta considerada la de mayor antigüedad y valor arquitectónico de los contornos. En realidad estaba valorada por expertos en la materia como monumento digno de ser declarado Patrimonio de la Humanidad. Su cúpula increíble cubría todo el techado de la enorme casa con cimentación poderosa, capaz de soportar el grandioso peso de aquella mole. Los muros de base medían cuatro metros de anchura. Y sus ventanas eran aberturas perpendiculares por las que apenas cabría un niño de dos años. Esto, la convertía en una fortaleza tan segura, que cuando se cerraban sus dobles puertas, nadie podía penetrar en la casa sin el consentimiento de su dueño.
Nadie jamás supo del autor de aquella obra de arte arquitectónico. Ladrillos y argamasa magistralmente dispuestos en forma de espina de pez formaban aquella maravilla que daba a todo el conjunto una fresca y confortable habitabilidad en clima de tórridos veranos que se extendían desde la primavera hasta pasado el otoño.
Allí en el solitario monumento vivía Cleta. Su única compañía eran sus animales de corral y su perro Bevo. Éste era consciente del hecho y siempre parecía dormir, pero saltaba cómo un león al menor ruido a defender su territorio. También tenía la misión de escuchar a Cleta cuando ésta le hablaba. El animal movía la cola en señal de asentimiento y lamía sus pies con entrega absoluta.
A Cleta para describirla, no hay que hacer gran esfuerzo ni derroche de alusiones. Era mujer bella, pero ella no lo sabía. Su indumentaria no dejaba adivinar las proporciones perfectas de su físico con las que la madre naturaleza la había dotado. Siempre cubría su hermosa cabellera con un tosco pañuelo negro. Sus faldas de burdo percal cubrían su figura hasta rozar las alpargatas de hiriente esparto que ella misma hacía con técnicas de padres a hijos desde tiempos inmemoriales.
Todo lo hacía con esa materia prima que con gran abundancia crecía y se prodigaba en los montes que circundaban el lugar. Sólo había que alargar las manos doblando la cintura y coger aquella planta prodigiosa que desde la prehistoria había utilizado el hombre para confeccionar toda clase de utensilios con los que poder hacer la vida posible y llevadera.
--Mira, Bevo, --decía a su perro que la seguía por el monte mientras recolectaba los matojos--, si yo no tuviera esparto, no tendría los capazos, ni las espardeñas, ni los cestos de guardar los caracoles. No tendría los marguales ni las polleras, donde las gallinas cluecas incuban los huevos y nacen los polluelos. Soy la mujer más rica del mundo, Bevo. Porque sé bastarme a mí misma y todo cuanto necesito sé hacerlo. No tengo a hombre alguno que trabaje para mí ni me defienda de malhechores y depravados que busquen satisfacer en mí sus instintos de animales. Te tengo a ti, es cierto, pero tú, no tienes el don de la palabra. ¿Con quién hablaré yo? ¿A quién daré las caricias de amor que siento hay en mí? ¡Ay, Bevo! Que mi angustia no tiene fin. Yo sería feliz viendo aparecer un hombre por el camino. Bevo gimió y lanzó un lamento que se oyó a larga distancia. Y es que Bevo, no tenía pies, ni manos, ni el don de la palabra...¡Lo que sí tenía Bevo, era...¡El don del amor desinteresado con entrega absoluta!
Me ha encantado el relato, Encarna. Ya la casa me parece obra de la misma naturaleza, y Cleta de lo más peculiar. Un ejemplo de supervivencia sin estar condicionada por la sociedad para poder subsistir. Si todos, o la gran mayoría viviéramos así, el planeta estaría sano. Pero el amor, de momento se tendrá que conformar con ese grn carió incondicional que le proporciona Bevo, inteligente perro.
ResponderEliminarUn placer leerte, querida amiga.
¡Un fortísimo abrazo con muchos besos!!
Querida Mila, si fuese posible moldear el mundo a nuestro gusto y antojo tal como lo hace nuestra imaginación, sería la perfección, la felicidad completa. Pues nos conformaremos con la ilusión de un momento de inspiración. ¡Muchos besos y abrazos de colores!
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