viernes, 22 de enero de 2016

LÁGRIMAS

Lloraba tanto que temía provocar una inundación. Total por nada. Simplemente se le había colado una pestaña en un ojo. Y el otro por acción simpática lloraba también. Andaba tropezando, pues con la visión tan nublada no veía bien. Había llegado sin advertirlo a un tramo de la calle donde se había de bajar una escalera. 
Ya iba a colocar un pie en falso cuando sintió unas manos fuertes que la sujetaban. De modo instintivo se dio la vuelta.  Se encontró de repente entre unos poderosos brazos que la sostenían casi en volandas. Se deslizó su bolso que llevaba en bandolera y fue dando tumbos peldaños abajo a cuyo tiempo alguien que pasaba aprovechó la oportunidad, y cogiéndolo salió corriendo cómo alma que se lleva el diablo.

 Entonces sus ojos redoblaron los ríos de lágrimas, pues su llanto ahora era certero. Una voz masculina rotunda, profunda y bien timbrada, sonó tan cerca de su oído que sintió el calor de su aliento.  
--No temas, --le dijo-- sería mucho peor que la que hubiese rodado fueras tú. ¿Llevabas algo importante en el bolso?
--Sí...,llevaba mis documentos..., un cuento escrito por mí... Iba a entregar para participar en un concurso y ya no llegaré a tiempo. Del plazo de admisión apenas quedan unas dos horas para que finalice. No me dará tiempo de volver a casa y volverlo a escribir.
--Bien, limpia esas lágrimas y veamos que se puede hacer. Sentémonos en ese banco. Llevo la Tablet en mi cartera, entre los dos lo podemos recomponer. ¿Recuerdas el texto?
--Creo que sí.

Se apresuraron a la tarea. Aldea, que así se llamaba la joven, no dejaba de pensar en los problemas que tendría que solventar a raíz de perder el bolso con las llaves del piso entre otras cosas dentro. Se dispuso a dictar el relato a su flamante amigo pero los nervios no la dejaban concentrarse. 
--Gracias por ser tan amable pero lo vamos a dejar --le dijo.Tengo que ver la manera de entrar en mi piso, llevaba las llaves en mi bolso.
Aldea le dio las gracias complacida por tanta amabilidad y se despidieron no sin antes presentarse y quedar para verse algún día.
Pasaron unos meses. Aldea estaba  metida de lleno en su trabajo de escritora. Paseando un día le sorprendió la noticia de una revista literaria. ¡Allí estaba: su cuento "Lagrimas de Miel" había sido premiado! Pero ella no figuraba como autora. 

 Volvió a casa desolada, presa de gran furia e impotencia. En la salita sonaba el teléfono:
_¡Sí, dígame!
--Hola Aldea. Por cierto: ¿por qué te pusieron de nombre Aldea? Tú te mereces el nombre de una gran ciudad, –era su amiga Claudia, siempre tan ocurrente--.
    Resultado de imagen de fotos libros abiertos
    --Hola Claudia. Sí, he salido a caminar, al pasar frente a un kiosco lo he visto en una revista. ¡Con su título original! ¡Qué maldad tan rastrera! Es igual que si me hubiesen raptado a un hijo. ¡Mi creación! ¡El momento más genial de inspiración que he tenido! No es justo..., no es justo..., y se echó a llorar desconsolada.

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