Toda persona tiene su castillo particular dónde vivir aislado del mundanal ruido. Los lugares más recónditos se ponen a nuestro alcance con el resorte de nuestra voluntad. Toda esa maravilla la podemos disfrutar en nuestro interior. Es cosa de reflexión. A lo largo de nuestras vidas, vamos grabando y archivando las cosas que más nos impresionan. Las que nos gustan y las que no nos gustan. Nuestras neuronas las guardan un cierto tiempo. Las más significativas que nos suceden día a día, van relevando a las antiguas hasta hacerlas desaparecer. Si tenemos traumas o cosas que perturban nuestra vida cotidiana, es fantástico grabar cosas agradables y nuevas en nuestra memoria para ir desechando las perturbadoras insidiosas que nos hunden en la miseria y la depresión.
Todos podemos unir nuestro esfuerzo por la superación y el equilibrio emocional con el elixir de la alegría y el amor colectivo. Juntos podemos apagar las velas y tomar con ilusión esa TARTA DE CUMPLEAÑOS. Unidos podremos comprobar que la vida siempre merece la pena vividla. A pesar de los años tenemos dentro aquel niño que fuimos.
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