Benito y Alicia eran hermanos gemelos. No se parecían en nada, pues, el niño era rubio y la niña morena.
Un día jugando encontraron un gusanito. Estaba en unos matojos secos. Éste, con hebritas de seda, hacía una casita para meterse dentro. Cogieron amapolas del trigal para hacerle un lecho blandito, y se lo llevaron a casa. Lo pusieron en el establo en un rincón.
El abuelo les veía interesados en cuidar del gusanillo y les dejaba pasar horas mirando como tejía su guarida donde en pocos días quedó oculto. Benito, el hermano gemelo de Alicia, pronto se olvidó de Germano, nombre que le habían puesto al gusano. Alicia en cambio, todos los días iba a mirar por si salía de su encierro.
Una mañana, Alicia, dando gritos de alegría llamaba a su abuelo:
--Déjala volar. Tiene que cumplir su misión; dejará su semilla para que pueda seguir ocurriendo la transformación. Nacerán gusanos, para convertirse en bellas mariposas...
¡Es un milagro que ocurre cada día! Se llama metamorfosis.
--¿Puedo yo hacer metamorfosis, abuelo?
--¡Todos podemos! A lo largo de nuestra vida hacemos la metamorfosis si nos superamos y corregimos nuestros defectos de conducta. Podemos convertirnos de gusanos a bellas mariposas.
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