domingo, 14 de diciembre de 2014

¿QUIÉN SOY YO?

 Las olas se estrellaban contra las rocas bramando como animal fiero que ruge. La tormenta era tal, que las palmeras que jalonaban ambas orillas del paseo marítimo parecían querer besar el suelo sin llegar a conseguirlo.

 Javier, hombre que gustaba contemplar la fuerza de la naturaleza, caminaba bajo la lluvia golpeado por el fuerte vendaval,  en solitario, envuelto en su abrigo y su bufanda.
 La soledad del entorno y la fuerza del oleaje le causaba gran nostalgia, quizás recuerdos de algún amor frustrado de su adolescencia. Se recreaba en su melancolía. 

El invierno en las zonas de  veraneo en la playa, es de una frialdad que hiela el alma. Todas las casas duermen en letargo esperando que la canícula veraniega traiga a sus moradores.

Conocía bien el lugar Javier. Siempre que pasaba junto a una  casona, casi a punto de derrumbarse, se imaginaba los años de bonanza que debió tener por su estructura imponente. En la tenebrosa noche de invierno, en la madrugada, algo especial sucedía en ella que atrajo enormemente su atención: 

En una de sus ventanas, una lucecita zigzagueaba de un lado para otro y una dulzaina ejecutaba una bella melodía.

Cedió a su gran curiosidad; atraído por el misterio que envolvía el momento, se acercó a la ventana: entre velos, una figura danzaba al compás de la melodía.
De pronto, esa figura difusa se paró frente a él. Su rostro demacrado, macilento, le mostró su espectral sonrisa y comenzó a cantar al compás de la melodía: 

¡Háblame de mí!
Dime lo que soy. 
Me pierdo,
En un laberinto sin fin, 
Y no me encuentro.
No sé quién soy.
Me pierdo, 
En un laberinto sin fin.
¡Háblame de mí!
Lloro,
Sí, lloro.
Te busco a ti.
Sí, te busco a ti.
Me busco,
 Y no me encuentro. 
Dime tú, ¿quién soy? 
Háblame de mí.
¿Soy un fantasma que llora?



Terminada su canción, se dirigió al baúl que había en el fondo de la sala y se ocultó. 
El estupor que le causó a Javier el encuentro no bastó para detenerle. Se introdujo en la casa por la ventana. No recapacitó sobre el peligro que el hecho pudiera acarrearle.

Abrió el baúl. Sólo encontró en el fondo una máscara que parecía traída de algún país andino. Sin meditarlo, impulsado por una fuerza incontrolable, colocó la máscara frente a su rostro. 
Algo increíble le sucedió:

Se vio  abocado a un sueño fantástico volando por los picos de los montes nevados. Los vientos le arrastraban a velocidad vertiginosa por bosques y praderas. Era él, un águila surcando los vientos de tierras desconocidas hasta entonces. Los delfines surcaban los mares, y las aves migratorias cruzaban junto a él el espacio.  Quedó anonadado por la belleza de nuestro planeta. 

Lo trajo a la realidad el recuerdo de la llamada angustiada del espectro. 

Sonó nuevamente la melodía cautivadora. Llamó con su deseo al espectro y éste no se hizo esperar, apareció ante él. Le tendió su mano. Él se la sujetó con fuerza, le sonrió y le dijo: 

--Yo sé quién eres:
 Eres el amor, la bondad, la esperanza que duerme en el alma humana. Tu belleza es como la melodía que suena. Arranca los velos que te cubren y sal a la luz a cambiar el mundo.  

1 comentario:

  1. Cuento estupendo. Encarna, no dejes de escribir, esa espléndida imaginación tiene que seguir produciendo

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