miércoles, 10 de diciembre de 2014

CUENTO DE NAVIDAD

Cuentan que, en tiempos lejanos, a dos reyes magos de Oriente estudiosos de las estrellas, una señal les fue enviada desde lo alto:

--¡Mira, Melchor! ¿Acaso es esa una señal del cielo? Decía Gaspar a su compañero al descubrir una gran estrella de larga cola que se posaba ante ellos. 

--¡Sí, lo es! Sigamos su huella; algo en mi interior me dice que estamos destinados a  hacer un gran descubrimiento. 

 Melchor y Gaspar dispuestos a seguir la huella de aquella señal que en forma de estrella se mostraba ante ellos invitándoles a que la siguiesen prepararon sus camellos y se pusieron en camino. Encontraron a otro rey de una nación vecina, llamado Baltasar, al que les unía gran afecto por ser éste partícipe de sus mismas aficiones: mirar las estrellas para descubrir sus secretos. También ante él se había posado e invitado a seguirla.
Hubieron de pernoctar para descansar en el desierto. Melchor tuvo un sueño que le causó gran inquietud:

 Estaba él observando las estrellas y veía que cada estrella se convertía en un niño recién nacido, desnudito, sin madre que le cuidase, en el más absoluto desamparo. Lloró Melchor de pena. Aquellos niños sin abrigo y en desamparo...¿Quién los cuidaría?

Contó a sus compañeros su sueño. Éstos pensaron preocupados que aquello era un aviso. Tenían la premonición de que algo muy grande estaba sucediendo. Ellos tenían un papel muy importante en estos acontecimientos que cambiarían el mundo para siempre.

Siguiendo la huella de la estrella,  observaron  que se posaba sobre un establo donde un niño recién nacido reposaba en un pesebre. Pronto cayeron en la cuenta de que aquel niño era extraordinario. Éste, de un modo milagroso, sin que nadie lo notara les habló de esta forma:

--"Soy un niño que ha nacido para cambiar el mundo. Todos los días nacen cientos de niños. Muchos de ellos también traen secretos que cambiarían el mundo. Es cometido de las personas que tienen en su mano el poder hacerlo cuidar de cada uno de ellos. Que no les falte la educación ni los alimentos. Castigaré a los malvados que se atrevan a mancillar su inocencia.
Los tres reyes, quedaron anonadados con el mensaje de aquel niño.
Por esta razón, vienen todos los años a recordarnos que lo más importante del mundo son los niños; que les protejamos y les eduquemos con valores y principios. Los juguetes han de ir acompañados de cuidados adecuados y mucho amor durante todo el año. 
El niño del pesebre se llamó Jesús, y, es verdad que: ¡"Cambió el mundo"!

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