sábado, 2 de agosto de 2025

La gata Rufina sueña con la casita del bosque



 Tiempo hacía que la gata Rufina ansiaba volver a la casita del bosque. Añoraba los amaneceres con las estrellas pululantes en el cielo que poco a poco se iluminaba con los rayos del sol naciente. Noches había que ella paseaba los intricados caminos del bosque buscando algún roedor despistado, solo para asustarle, desde que conoció a al ratoncito Perolo había decidido no echarse al coleto a ningún ratoncillo malaventurado que tropezase con ella. 
El hastío de vivir encerrada en el piso de la anciana Consuelo casi se le hacía insoportable, pero no había solución, la anciana cada día necesitaba más de su compañía. Ella envejecía y los familiares se olvidaban de que ella necesitaba cariño y compañía. ¡Ingratos! Andaban alocados disfrutando de lo que la pobre anciana había logrado atesorar a lo largo de su vida llena de avatares y duras pruebas. 
Una mañana que la nostalgia la violentaba decidió tomarse un día libre y marchó sigilosa camino de su ansiado lugar hogareño.
Anduvo el largo trecho ocultándose entre los matorrales que crecían en ambos lados del camino. 
Llegó a la casita, sudorosa y sucia de malezas adheridas a su pelaje. Se dispuso a alcanzar con un salto el alfeizar de una de las  ventanas cuando el sonido de un cencerro venía de dentro de la casita. Un sobresalto aceleró su corazoncito de gata solitaria. ¿Será posible que dentro esté la cabrita Maruja? — Pensó la gata Rufina esperanzada. Sería gran alegría encontrarla.
 Ella solía frecuentar el lugar dando alimento a la gata y al ratoncito Perolo con la leche de su ubres rebosantes del delicioso 
sustento líquido almacenado. 
Y sí, allí estaba, pero no estaba sola, sobre su lomo se encontraba el saltamontes Nicasio que al ver a la gata saltó y se posicionó frente a Rufina que le recibió con un ronroneo festivo.
—¡Amiga mía! Sé bienvenida. Hace mucho que añoramos tu presencia. ¿Qué te trae por aquí?—Nicasio, que hacía tiempo no articulaba palabra, se volvió parlanchín y dicharachero.
—Me ha traído la nostalgia. Echo de menos la brisa del bosque y los amigos que tanto consuelo me prodigaron —aclaró Rufina. Sintió la fría penuria del momento que fue abandonada en la cuneta del camino. Aquél recuerdo puso un velo de rencor en su corazón borrando de un plumazo la alegría del encuentro. Todo su ser se convulsionó y la furia la hizo dar un bufido. La cabrita Maruja le asestó un lamido con su lengua y Rufina entró en un momento de calma.
—Olvida el pasado, Rufina—propuso la cabrita Maruja—olvida y perdona de corazón—argumentó—quién sabe si todo fue para tu bien. Ten en cuenta lo funesto que debe ser vivir rodeado de desidiosos y beligerantes con vicios que denigran y tornan facinerosos. ¡Mejor en la cuneta! 

María Encarna Rubio 

 

 

domingo, 27 de julio de 2025

La noche ha llegado


 Descansa, alma mía
la serena noche ha llegado
el susurro del viento está dormido
sobre la tenue luz de luna reclinado.
Las flores descansan sin rubor del sol ardiente
se nutren del frescor amoroso que el rocío les regala 
y en sus pétalos sedosos dormita indolente
la bella mariposa de hermosas alas.
Descansa, alma mía,
descansa hasta mañana.
El viento está dormido,
la luna calla.

María Encarna Rubio

 

sábado, 21 de junio de 2025

Los delirios de la araña Tiesa

 


 La araña Tiesa tenía delirios de impotencia. Su vida había transcurrido feliz, despreocupada hasta ahora. Nació de familia ordenada y muy próspera, pensaba ella que siempre sería así y que no habría problema a la hora de tender sus hilos en las ramas del ficus centenario donde había crecido en el confort y la abundancia. Los insectos que quedaban atrapados en sus redes siempre estaban nutridos de buenos elementos en sus jugos y sus fibras. Al parecer, según había escuchado los comentarios del abejorro Rurrupo y su hermano Charrupo, se avecinaban tiempos de cambios y carencias, estaba previsto que al ficus centenario le harán una poda exhaustiva y lo dejarán sin ramas. 
¡Pobre Tiesa! Estaba atacada de los nervios. No sabia qué hacer, si esperar a que todo suceda y después mirar la solución, o buscar otro ficus donde instalar sus redes de cacería.
Estaba sumida en sus cavilaciones cuando acertó a pasar por allí el búho Caroncio. Nada más verla pensó que algo le estaba robando el sosiego, dado que su semblante relajado de  ordinario, presentaba un aspecto desencajado y meditabundo. 
—¿Tienes algún problema, Tiesa? —La interfirió con su acostumbrada amabilidad al dirigirse a la araña, guardaba las distancias con precaución, pues Tiesa se alteraba a la más mínima y sus picaduras eran letales.
—¡Sí, Caroncio! —Argumentó de modo lastimero—se acerca el tórrido verano y hasta mí han llegado rumores de la poda exhaustiva de ficus centenario. 
—¡Santo cielo! —Exclamó Caroncio consternado. —A quién se le puede haber ocurrido semejante felonía.
—Según han dicho fuentes fidedignas al señor alcalde—adujo Tiesa, que tenía todas sus patas entrelazadas tal como hacía cuando algo la dejaba estupefacta.
—¡No me extraña! —Escupió Caroncio con pico torcido por el asco.—Es un patoso con cabeza de perro que nada coherente puede deducir—dijo—y añadió en un exabrupto—merece que claves un buen taladro de tu veneno y lo mandes a otro lugar a pasar el verano. 
Tiesa quedó en estado pensativo... 
La solución mañana.
  

sábado, 7 de junio de 2025

La gallina Teodora


 La gallina Teodora estaba sobrepasada, no salía de su asombro, todos sus pollitos estaban naciendo al mismo tiempo.
Era madre primeriza y no sabía qué hacer, si llevarlos primero al río para que aprendiesen a nadar o directos al comedero para enseñarlos a comer. 
Mucho le costó, pero decidió pasar por el gallinero de su amiga Picachata para pedirle consejo, ya que era gallina con mucha experiencia en criar pollitos y lo hacía con mucho acierto.

Teodora sufrió mucho por el camino, ya que sus pollitos salían corriendo en desbandada y no había manera de controlarlos. Les azuzaba con el pico, los sujetaba con las alas, pero no conseguía nada. En el colmo de la desesperación decidió dejarlos ir donde quisieran y marchar sola casa de su amiga. Cuando los pollitos observaron que mamá se alejaba sin ellos entraron en pánico y corrieron en tropel tras ella sin alejarse ni un momento.

Así fue que Teodora aprendió que sus pollitos tontos no eran, y que sabrían cuidar de sí mismos sin que ella tuviese que tomarse más trabajo del necesario. Si se excedía en protegerles no les haría ningún bien, pues descuidarían sus responsabilidades pensando que mamá se ocuparía de todo siempre.
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado. 

María Encarna Rubio 


 

jueves, 8 de mayo de 2025

Miedo


 ¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
Las moscas, el ruido, el trueno.
¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
La lluvia, los sueños, tus sesos.
¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
La vida, la calle, tu perro.
Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
La muerte, la noche, tu asco.
¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
La luna, las olas, la calma.
¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo! 
Ser viejo, ser pobre, ser malo.
Miedo, miedo, miedo,
Tener una pata de palo.

María Encarna Rubio


 

martes, 6 de mayo de 2025

Soñando la vida


 La vida es puro soñar.
Todos persiguen sus sueños,
y no dejan de soñar
aunque fallen sus intentos.
Sueñan los pajaritos
con la eterna primavera,
trabajan y hacen sus nidos
para cumplir su quimera.
 Queda el nido solo y triste
cuando aparece el invierno.
Así va pasando sin pausa
este devenir eterno.
A la huida de la nieve
nuevos sueños recupera.
Es la energía que mueve,
del universo la esfera.
Toda la vida es un sueño,
sueño de amor y de gloria,
para algunos son penando
para otros de victoria. 

María Encarna Rubio



 

sábado, 3 de mayo de 2025

Rufina prefiere el pescado

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 La gata Rufina apenas recordaba la última vez que la anciana Consuelo le había dado un beso. Recorría todo su cuerpo un escalofrío al pensar que ya no la quería. ¿Quién le proveería la carne enlatada para gatos que tanto le gustaba? ¿Se olvidaría la anciana Consuelo de hacerlo?

Rufina andaba ocultándose por los rincones meditabunda y triste. No acertaba a comprender la indiferencia que la anciana Consuelo le demostraba de poco tiempo a esta parte. 

El ratoncito Perolo también había distanciado sus visitas. Según recordaba Rufina, la última vez que la visitó solo hablaba de Queta y de Flora, dos niñas que visitaban la biblioteca muy asiduamente. Ellas, con su mentalidad infantil, hacían inquietantes comentarios acerca del cierre de las escuelas y de la biblioteca, hasta de la iglesia, la gente se iba a dedicar a romperlo todo y a pelearse y matarse unos a otros. Rufina no comprendía nada. Le daba pánico pensar que tuviese que volver a vivir en la casita abandonada del bosque. Le daba mucho asco esa idea. ¡Todo sucio! Y lleno de excrementos de murciélagos colgados del techo. La cabrita Maruja que la proveía de leche, sabe dios si la volvería a ver. 

Comenzó Rufina a tiritar. No era de frío, sino de miedo. ¡Pobre Rufina! De gata indigente de campo, se había convertido en una gata acomodada de ciudad. Le daba miedo pensar que la vida le llevara a tener que cuidar de sí misma, ya no podría dedicarse a dormitar en tiempos de siega.


María Encarna Rubio





MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...