La cabrita Catalina pasaba la vida en busca de comida. Había observado lo que hacía su vecina, la serpiente doña Clementina y no salía de su asombro, mientras ella corría toda la mañana buscando brotes tiernos para después pasar horas masticando de nuevo todo lo que había ingerido por esos caminos de dios, la serpiente comía una vez cada nueve meses. —¡Qué injusticia!—Pensaba y refunfuñaba sin cesar de moler y moler las hierbas que había almacenado en la primera bolsa de su estómago de animal rumiante.
El búho Caroncio, que venía observando a la cabra Catalina, sentíase apenado por lo mal que llevaba Catalina los quehaceres de su vida. Hubiese querido tener una vecina alegre y dispuesta a llevar los avatares con paciencia, que aprovechara los espacios de tiempo libre que le quedaba entre buscar comida y rumiar. A nadie le gusta vivir cerca de personas que continuamente se quejan de lo que tienen que hacer para vivir y de cómo son.
—Tengo que hablar con Catalina y contarle el secreto de dónde se encuentra la eterna felicidad— se dijo una mañana Caroncio. Él estaba muy adormilado, pues la búsqueda de sus alimentos la tenía que hacer por la noche. No sabía lo que era pasar un descanso tranquilo y dormir cuando los demás lo hacían. No se quejaba. Siempre se encontraba dispuesto a cumplir sus obligaciones cuando anochecía. Nunca decía nada.
Esa mañana, el búho Caroncio sacó fuerza de flaqueza y fue a ver a la cabrita Catalina que rumiaba con lágrimas en los ojos, llorando su mala fortuna:
—¡Venga! Se lamentaba—¡a comer dos veces lo mismo!
—Buenos días Catalina—saludó Caroncio con cara de mareado—. Hace días que observo tu estado de ánimo y me preocupas. A decir vedad no puedo descansar tranquilo después de estar toda la noche trabajando ganando mi sustento oyendo tus lamentaciones. ¡Deja de balar tus quejas! Tienes que saber que en esta vida cada cual tiene sus problemas. Nada ayudas lamentándote ni das buen ejemplo.
En ese preciso momento apareció la lagartija Fernanda—¡ Eso, eso! Mírame a mí, que si no paso tendida horas al sol no puedo correr. Me tacharán algunos de holgazana, no necesito comer tanto como tú, pero es un gran inconveniente tener que absorber calorcito de rayos UVA para ir tirando hacía adelante. Exactamente igual le pasa a la serpiente doña Clementina, come de tarde en tarde, pero sin rayos UVA se duerme y no despierta.

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