Lota era una ranita de color verde, igual que sus hermanas y todas las ranitas que había en el estanque. Un sauce llorón se miraba en el espejo de las aguas transparentes. La ranita, extasiada con la belleza de sus ramas tiernas y verdes, se admiraba cuando el viento las mecía y pasaba horas contemplando su oscilante balanceo.
Las críticas eran corrientes entre las compañeras, no les parecía adecuado que perdiese el tiempo en cosa tan poco constructiva. Al fin y al cabo, qué importancia podía tener que las ramas de un sauce fuesen vapuleadas sin descanso; pero a Lota le causaba gran emoción.
La rana Cescinia, que era muy envidiosa, se ponía de color amarillo cuando Lota acariciaba las hojas húmedas del sauce. Las demás ranas reían y croaban sin cesar: ¡Ya se ha puesto amarilla!—decían—.
Lota corría a ocultarse al otro lado del estanque. Le causaba pavor el color amarillo de la rana envidiosa. Recordaba que su
abuela le decía: "Huye de todo aquél que te demuestre envidia, es peligroso, nunca querrá cosas buenas para tí"
María Encarna Rubio