Tengo mi corazón vacío.
Se diluye, se hiela en él
el recuerdo de tu sombra.
A la eternidad llevaré tu brisa en el estío.
Y para llenarme de alegría en el recuerdo, buscaré,
buscaré el rincón que me inspiraba,
que animaba a mi pobre corazón vacío.
Me arrebatan los años los amores míos.
Se llevan uno a uno, mis sueños y fantasías.
Y para no llegar al final de mi contienda,
con el corazón sin sueños ni alegrías,
inventaré rincones que me devuelvan
las mismas ilusiones de otros días.
No cederé en el empeño.
Lucharé por gozar sin temor y sin arrobo,
la suave brisa y la acariciadora sombra
que brinda la otra parte de mi rincón,
al abrigo de la otra cara del algarrobo.
María Encarna Rubio
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