Perla estaba
asustada. Algo extraño le acababa de suceder. Después de que las amigas la
habían abandonado, lloró amargamente. Pero su sorpresa fue cuando sus lágrimas
comenzaron a sonar. Lo hacían de un modo delicioso, era una música celestial.
Los vecinos asombrados acudían y quedaban prendidos de su balcón. Se fue la
calle llenando de gente. Todos los transeúntes que pasaban paraban y se unían
al grupo de curiosos que extasiados escuchaban el canto de las lágrimas de
Perla.
La mamá de
Perla también dejó sus labores y acercándose a Perla escuchaba la bella melodía
de las lágrimas de Perla.
Las gente de
la calle comenzaron a gritar “no dejes de llorar, no dejes de llorar” y Perla
lloraba y lloraba pensando que su llanto era algo que beneficiaba a quién lo escuchaba.
Los que estaban enfermos sanaron; los que eran mudos hablaron; los sordos
oyeron…Perla lloró y lloró para que el mundo sanara y fuera feliz. Supo que
nadie hace nada de modo inútil. Todo es bueno si lo hacemos por amor a los
demás.
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