- Sin presa a la vista, caminaba el zorro bajo el ardiente sol. No hacía presa en su ánimo el contratiempo de tener hambre y no tener huesecillo que llevarse al hocico. En muchas ocasiones le había sucedido lo mismo y siempre había salido victorioso del percance.
De improviso, un ratoncillo se cruzó en su camino, despistado y sin prisa. Poco le hubiese costado alcanzarlo. ¡No! Dijo para sí. Quiero algo más sustancioso. Con esa nimiedad no saciaré mi apetito voraz. Y siguió caminando en busca de mejor presa.
Llegó la noche cerrada y seguía con el horno encendido de su estómago llamando a gritos algo para quemar. Acurrucado en su cueva veía en sueños pasar al ratoncillo. Éste reía y le decía:
"Amigo, no es inteligente dejar pasar cualquier oportunidad por pequeña que sea".
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