El sendero serpenteaba sobre el verde manto de maleza. Una niebla difusa ponía una nota siniestra en el crepúsculo vespertino.Había comenzado una llovizna tamizada; las húmedas hojas de los árboles del bosque parecían llorar lágrimas de plata.
Una sombra caminaba y, al sentir sus pies hundirse en la fresca hierba, un escalofrío recorría todo su ser. El viento movía su capa negra y sus cabellos se enredaban en las zarzas del camino...
Exhausta, buscaba un lugar apropiado donde guarecerse para pasar la fría noche que venía tras ella a pasos agigantados. Pronto el bosque sería el animal fiero de fauces abiertas que la querría tragar.
La noche cernida escuchó lamentos. Un largo cortejo de novias sin rostro invadió el sendero. Vestidas de blanco, flotaban sus velos que el viento mecía. Tejían sus manos pañales de luna. Lloraban cantando canciones de cuna. Un grito de angustia sonó lastimero...¡Nunca nuestro vientre verterá su fruto! ¡Somos las novias de los niños abortados!
Un ameno e interesante relato, Encarna. A pesar de su poca extensión has recreado muy bien el siniestro paisaje y la sensación de miedo al adentrarse en él. Respecto a las misteriosas novias, son una original y perturbadora imagen...
ResponderEliminar¡Un saludo, me ha gustado mucho tu relato!
Gracias Julia. Un saludo y un besito.
ResponderEliminar