domingo, 26 de octubre de 2025

Una aventura del saltamontes Nicasio

 



La mañana, con vientos huracanados, sorprendió al saltamontes Nicasio que dormía plácidamente sobre el viejo cojín de la casita del bosque. Salió al exterior a comprobar qué tal tiempo hacía, cuando se vio sorprendido, atrapado en una ráfaga de aire templado que lo arrastró a un lugar remoto. Nunca antes había visto el saltamontes Nicasio nada parecido. Un lugar sorprendente de cactus gigantes y un clima tan caluroso que derretía sus patitas si las posaba en el suelo. ¡Qué calor!—Pensó anonadado—. ¡Dónde me esconderé! Creo que debajo de esos nopales estaré fresquito y a salvo —dijo para sí—tienen pinchas lacerantes, pero oí decir un día a la gata Rufina que son comestibles, por lo tanto algo podré comer cuando sienta que el hambre me acucia. 
Así lo hizo el saltamontes Nicasio. Quedó oculto a la sombra de los nopales y cual fue su sorpresa al encontrar casi en letargo a la lagartija Fernanda. Estaba casi confundida con la piedrecita que la apoyaba. —¡Fernanda, Fernanda, despierta, soy el saltamontes Nicasio! Qué te ha traído hasta aquí. Estamos lejos de casa. A mí me trajo la ventolera. 
—Igual a mí—repuso Fernanda con voz entrecortada—Iba caminando por los pedruscos de los senderos que llevan a la casita del bosque y una bolsa de aíre caliente me atrapó. Hemos viajado gratis a otro continente. Sin esfuerzo. Igual que viajan los albatros desde América hasta Europa sin mover ni una pluma de sus alas. ¡Es bonito verdad! De ahora en adelante vendremos al desierto de Sonora sin que nos cueste dinero. Y como han descubierto el modo de hacer cultivos de frutas y verduras en el desierto, no pasaremos falta de nada.
—¡No puede ser!—Argumentó Nicasio—en el desierto no hay agua.
—¡Qué sí! El aíre es como vacas con ubres llenas de agua. Con el sistema de enfriamiento del aíre las ordeñan y extraen la que necesitan para el riego gota a gota.
Nicasio no salía de su asombro. ¡Las cosas que sabía la lagartija Fernanda! Vería de coger la próxima bolsa de aíre caliente y viajar a Europa para contarle a ratoncito Perolo y a la gata Rufina su gran aventura. 

María Encarna Rubio     


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