domingo, 9 de noviembre de 2025

Carlota, la gata sabia



 —¡Bonito día! —Comentaba la gata doña Carlota. Junto a la gata Rufina, ambas esperaban ver aparecer al ratoncito Perolo y al saltamontes Nicasio, apostadas en un huequecito del tronco seco del ficus centenario. Hacía conclusiones Carlota de por qué Rufina concertaba reuniones si allí el sol calentaba,  ese árbol no tenía ramas con follaje que diera sombra. Aquél tronco seco no servía para nada en el jardín y así se lo hizo saber a Rufina: 
—No encuentro explicación para dejar este esqueleto de árbol en un jardín tan bonito como este.
Rufina no hizo comentario alguno hasta pasados unos minutos. Quedó meditando acerca de la crítica de la gata anciana doña Carlota sobre el tronco seco. La respuesta fue muy analizada antes de ser comentada:
 —La razón de no ser sacado de este entorno es puramente sentimental —adujo la gata Rufina —cuando ese tronco era un bello árbol frondoso y lleno de vida, el "Jardín de Manolo" pertenecía a una finca cuyos dueños vivían en Madrid. Este era su lugar de recreo. Pasaron por él grandes personajes y a la sombra de ese árbol espectacular se hacían tertulias de jóvenes destacados en las artes y las letras. Ha visto pasar los años que han transformado el pueblecito apostado al margen de la huerta en una ciudad. Le amamos. Queremos todos que sea testimonio de lo fue.

Pasó largo rato, Perolo y Nicasio no aparecían. Rufina, cansada de esperar dispuso marchar a casa, pero la gata Carlota propuso una estrategia, esconderse ella detrás de un arbusto por un ratito ya que los amigos de Rufina no la conocían y era de suponer que no se acercarían entre tanto que ella permaneciese junto a Rufina, pues era una gata y no estarían seguros por ser ellos ratón y saltamontes.
Así lo hicieron, Carlota se escondió y Rufina quedó solita junto al tronco seco del ficus centenario. Pasados unos momentos aparecieron los dos.
—Hola Rufina —comentó Perolo nada más llegar —¡Quién era esa gata gorda que te acompañaba! Qué miedo hemos pasado Nicasio y yo. 
—No tenéis que tener miedo, es una vecina. La pobrecita es muy anciana y poco daño puede hacer a nadie. Ha venido a vivir aquí desde una aldea del campo y se encuentra necesitada de cariño y amistad. Se encuentra escondida detrás de ase arbusto. Espera que la adoptéis como amiga. 
—¡Recáspita!—Exclamó Perolo. El saltamontes Nicasio no dijo palabra, esperaba la reacción de Perolo, si él estaba de acuerdo no pondría objeción alguna en aceptarla como amiga.
—¡Qué salga! —Dijo Perolo en alta voz —queremos conocerla.
Salió Carlota de detrás del arbusto a tres patas, pues se había lastimado una patita con una espina y su cara era un poema, sonreía y lloraba al mismo tiempo. Acudieron todos a ayudarla y la acomodaron yunto a una raíz del tronco centenario. 
Como hicieron en otros tiempos personajes ilustres, conformaron una tertulia  interesante. Hablaron de todo. Cada uno contó anécdotas de los avatares de sus vidas. Rufina expuso algunas inquietudes que le causaban desasosiego.
—Cómo sabéis, la anciana de mi casa antes se llamaba Dolores—argumentó Rufina —un buen día decidió que no quería ya más ese nombre y que en adelante se llamaría Consuelo. Pues bien, observo que desde entonces lo a tomado por costumbre y miente sin ningún reparo siempre que se le presenta la ocasión. A las amigas les cuenta que vive muy ocupada, que tiene tareas sin fin cuidando a una anciana. Cuenta que esta es muy exigente en su alimentación, los zumos naturales de licuadora son diarios. Esa máquina es trabajosa, está compuesta de muchas piezas y su limpieza es engorrosa. Sus platos favoritos requieren bastante manipulación y la limpieza y el orden del hogar son muy meticulosos. Se parte de risa cuando cuelga la llamada de las amigas, pues no está cuidando de ninguna anciana, miente como una bellaca.
—¡Ja, ja, ja,!—Rio de buena gana la gata anciana Carlota —la anciana Consuelo hace gala de tener un sentido del humor exacerbado, adivina quién es esa anciana de la que ella se cuida si no hay otra persona que cuide de ella. 
Fue una como una fiesta el fin de la tertulia. Marcharon cada uno a su lugar habiendo quedado para reunirse otro día.

María Encarna Rubio    



 

 

 


jueves, 6 de noviembre de 2025

Carlota viene de lejos

 
 


 La mirada triste de la gata doña Carlota lo decía todo. Habían cambiado su estancia en una aldea de campo por la vida en una ciudad. El piso que tenían alquilado en un edificio bastante grande le resultaba claustrofóbico. No se atrevía a salir a pasear, se encontraba torpe, sus años le marcaban limitaciones, había engordado y su agilidad para dar saltos no se parecía en nada a la de antes. 
—¡Estoy enamorada de mí misma, tengo un talento que me lo piso!—Escuchó la gata Carlota con sorpresa. Observó con incredulidad, el sonido venía del piso contiguo, entraba por el balcón abierto de par en par. Asomó sus bigotes con prudencia. Acercó con sigilo sus patas hacía la baranda medianera y vio a la Anciana Consuelo escritora de cuentos y poemas infantiles tecleando en el ordenador. Cerca se encontraba una cesta de mimbres con una gata dentro que dormitaba.
—¡Santo cielo! Tengo una vecina—pensó en un arrebato de alegría por ver a la gata Rufina —estoy salvada, haré amistad con ella. 

Por otro lado, Rufina, al escuchar la exclamación de la anciana Consuelo le dio un ataque de risa gatuna. ¡Enamorada de sí misma! Qué esperpento de mujer—pensó para sí —lee las tontearías que escribe y cree que es un portento.
Al instante de sacar esta conclusión acerca de su ama y cuidadora, Rufina sintió vergüenza de sí misma. Debería sentirse feliz de ver que su anciana cuidadora estaba contenta. Dio un saltó, salió de la cesta y puso rumbo al balcón. La grata sorpresa que allí le esperaba fue grande: quedó frente a frente a la gata doña Carlota que la miraba expectante. El primer impulso fue de extrañeza, quedó estática, no supo qué decir. Por el contrario Carlota reaccionó al instante, sacó su lengua y le propinó un solemne lamido de bigotes en señal de saludo. Era gata vieja y eso da mucha ventaja ante una gata que apenas ha salido de la adolescencia. Rufina hizo otro tanto y se formó una comunicación muy complacida entre ambas. Hicieron sus presentaciones y quedaron en reunirse en el jardín de Manolo bajo el tronco seco del ficus centenario a la mañana siguiente. Rufina había quedado allí con el ratoncito Perolo y el saltamontes Nicasio, estaba en su ánimo  presentarlos a Carlota.








   
 

martes, 28 de octubre de 2025

La cabrita Catalina está que trina



 


 La cabrita Catalina pasaba la vida en busca de comida. Había observado lo que hacía su vecina, la serpiente doña Clementina y no salía de su asombro, mientras ella corría toda la mañana buscando brotes tiernos para después pasar horas masticando de nuevo todo lo que había ingerido por esos caminos de dios, la serpiente comía una vez cada nueve meses. —¡Qué injusticia!—Pensaba y refunfuñaba sin cesar de moler y moler las hierbas que había almacenado en la primera bolsa de su estómago de animal rumiante.
El búho Caroncio, que venía observando a la cabra Catalina, sentíase apenado por lo mal que llevaba Catalina los quehaceres de su vida. Hubiese querido tener una vecina alegre y dispuesta a llevar los avatares con paciencia, que aprovechara los espacios de tiempo libre que le quedaba entre buscar comida y rumiar. A nadie le gusta vivir cerca de personas que continuamente se quejan de lo que tienen que hacer para vivir y de cómo son. 
—Tengo que hablar con Catalina y contarle el secreto de dónde se encuentra la eterna felicidad— se dijo una mañana Caroncio. Él estaba muy adormilado, pues la búsqueda de sus alimentos la tenía que hacer por la noche. No sabía lo que era pasar un descanso tranquilo y dormir cuando los demás lo hacían. No se quejaba. Siempre se encontraba dispuesto a cumplir sus obligaciones cuando anochecía. Nunca decía nada.
Esa mañana, el búho Caroncio sacó fuerza de flaqueza y fue a ver a la cabrita Catalina que rumiaba con lágrimas en los ojos, llorando su mala fortuna:
 —¡Venga! Se lamentaba—¡a comer dos veces lo mismo!
—Buenos días Catalina—saludó Caroncio con cara de mareado—. Hace días que observo tu estado de ánimo y me preocupas. A decir vedad no puedo descansar tranquilo después de estar toda la noche trabajando ganando mi sustento oyendo tus lamentaciones. ¡Deja de balar tus quejas! Tienes que saber que en esta vida cada cual tiene sus problemas. Nada ayudas lamentándote ni das buen ejemplo. 
En ese preciso momento apareció la lagartija Fernanda—¡ Eso, eso! Mírame a mí, que si no paso tendida horas al sol no puedo correr. Me tacharán algunos de holgazana, no necesito comer tanto como tú, pero es un gran inconveniente tener que absorber calorcito de rayos UVA para ir tirando hacía adelante. Exactamente igual le pasa a la serpiente doña Clementina, come de tarde en tarde, pero sin rayos UVA se duerme y no despierta.

—¡Lo ves, Catalina!—Adujo el búho Caroncio— Vive feliz con lo que eres y como eres! ¡Ese es el secreto de la felicidad eterna! 

María Encarna Rubio 

  


domingo, 26 de octubre de 2025

Una aventura del saltamontes Nicasio

 



La mañana, con vientos huracanados, sorprendió al saltamontes Nicasio que dormía plácidamente sobre el viejo cojín de la casita del bosque. Salió al exterior a comprobar qué tal tiempo hacía, cuando se vio sorprendido, atrapado en una ráfaga de aire templado que lo arrastró a un lugar remoto. Nunca antes había visto el saltamontes Nicasio nada parecido. Un lugar sorprendente de cactus gigantes y un clima tan caluroso que derretía sus patitas si las posaba en el suelo. ¡Qué calor!—Pensó anonadado—. ¡Dónde me esconderé! Creo que debajo de esos nopales estaré fresquito y a salvo —dijo para sí—tienen pinchas lacerantes, pero oí decir un día a la gata Rufina que son comestibles, por lo tanto algo podré comer cuando sienta que el hambre me acucia. 
Así lo hizo el saltamontes Nicasio. Quedó oculto a la sombra de los nopales y cual fue su sorpresa al encontrar casi en letargo a la lagartija Fernanda. Estaba casi confundida con la piedrecita que la apoyaba. —¡Fernanda, Fernanda, despierta, soy el saltamontes Nicasio! Qué te ha traído hasta aquí. Estamos lejos de casa. A mí me trajo la ventolera. 
—Igual a mí—repuso Fernanda con voz entrecortada—Iba caminando por los pedruscos de los senderos que llevan a la casita del bosque y una bolsa de aíre caliente me atrapó. Hemos viajado gratis a otro continente. Sin esfuerzo. Igual que viajan los albatros desde América hasta Europa sin mover ni una pluma de sus alas. ¡Es bonito verdad! De ahora en adelante vendremos al desierto de Sonora sin que nos cueste dinero. Y como han descubierto el modo de hacer cultivos de frutas y verduras en el desierto, no pasaremos falta de nada.
—¡No puede ser!—Argumentó Nicasio—en el desierto no hay agua.
—¡Qué sí! El aíre es como vacas con ubres llenas de agua. Con el sistema de enfriamiento del aíre las ordeñan y extraen la que necesitan para el riego gota a gota.
Nicasio no salía de su asombro. ¡Las cosas que sabía la lagartija Fernanda! Vería de coger la próxima bolsa de aíre caliente y viajar a Europa para contarle a ratoncito Perolo y a la gata Rufina su gran aventura. 

María Encarna Rubio     


domingo, 19 de octubre de 2025

Bella melodía


 Cantando todo se ilumina
los pesares humo sin llama,
venga del cielo la melodía
 cansancio y penar termina.

 Los glaciares de azul se tiñen
las lagunas rizan sus aguas puras
vientos acarician las rocas lisas
y suben tus sueños a las alturas.

 Para ti, viajero de sonrisa franca,
 tus vivencias que al mundo lanzas
junto a tu huella hitos de esperanza
y en el azul del cielo la nube blanca.





María Encarna Rubio








 

miércoles, 15 de octubre de 2025

Un encuentro fortuito




 La gata Rufina salió de paseo muy de mañana. Gustaba ver la salida del sol en el horizonte. De manera fortuita, encontró al saltamontes Nicasio enredado en los matojos del sendero. No pudo controlar su sorpresa y lanzó un maullido con estrépito inaudito:
—¡Nicasio, qué te ha pasado, a qué has venido a este lugar lejano de  casa! 
También Nicasio sufrió gran sobresalto al ver a Rufina frente a él.
—¡Qué alegría, Rufina! Como ves me encuentro en gran apuro. Tengo una patita rota y no puedo salir del forraje. Ayúdame, por favor.
Rufina no tardo en coger con sus dientes a Nicasio igual que si fuese un bebito. Lo subió sobre su lomo y se dirigió a la biblioteca en busca del Ratoncito Perolo.

El ratoncito Perolo estaba en ese momento de reunión con varias hormigas que habían hecho su hormiguero en el sótano de la biblioteca. Perolo las estaba increpando. No estaba de acuerdo con la permanencia de estas en lugar tan poco apropiado para ellas. Allí no había comida ni cualquier otra cosa que ellas pudieran acarrear para su almacenamiento. —Los libros no se comen, se leen. Váyanse a otro lugar. Aquí no encontrarán viandas almacenables —argumentaba Perolo muy alterado.
Rufina, para atraer su atención prolongó un ronroneo. Perolo pronto dejo su contienda con las hormigas y se dirigió hacía ellos con premura. Atendieron a Nicasio, le dieron alojo y cariño tal como hacen los buenos amigos. 

María Encarna Rubio



   

 

martes, 7 de octubre de 2025

Besitos tiernos

 

¡Qué lindo día hace esta mañana!
Lucen brillos de rocío
por mi ventana.
Siempre abrigo en mi regazo
con mucho amor
a mis retoños amados
y a mi ordenador.
Escribo cuentitos lindos
y ocurrentes
cuando mis nietos pequeños
no están presentes.
Ellos esperan leerlos
con ilusión,
cuando es pertinente 
la ocasión. 
Caminan emocionados, 
llegan corriendo
a mirar el cuentito
que voy escribiendo.
Unos viven muy lejos
otros más cerca,
ellos llenan mi vida
de brisa fresca.
La abuelita Dora
que escribe cuentos
para hacerles felices
y verles contentos.
Besitos, besitos tiernos
de amor profundo
dedico a mis nietecitos
de todo el mundo.
💓💔💓💔

María Encarna Rubio




 

domingo, 21 de septiembre de 2025

Rufina en tinieblas

 La gata Rufina veía el bullicio de la calle y se molestaba. No le gustaba ser perturbada en su descanso de la siesta. Su gusto sería pasar en el campo las fiestas del pueblo, pero la anciana Consuelo, desde que abandonó el nombre de Dolores no perdía ninguna ocasión de festear a la más mínima ocasión en el recinto del jardín de Manolo tomando refrescos con amistades peculiares, tan festeras como ella. Rufina echaba de menos al ratoncito Perolo, sumido en sus estudios en la biblioteca municipal. —¡Ay, Perolo! — Pensaba Rufina— si tuviese un móvil y supiera manejarlo y tú ídem de lo mismo, te mandaría mensaje de voz para decirte que huyamos juntos a la casita del bosque. No soporto los ruidos en fecha de fiestas. Mi paz se ve distorsionada y mi siesta se entorpece. 
Una mañana Perolo se presentó de modo sigiloso. Traía una sorpresa para Rufina. En la biblioteca se anunciaba un recital de poesía y de cuentos infantiles con motivo de las fiestas patronales. Era seguro, la anciana Consuelo constaba entre los participantes, él había leído su nombre en la lista. También estaba el nombre de su amiga escritora de poemas infantiles denominada «La abuelita Dora».
Rufina no salía de su asombro. —¡No lo puedo creer, Perolo!—Manifestó Rufina con vehemencia—en la conducta de la anciana Consuelo no he notado alteraciones en su rutina diaria.  
—Busca en su carpeta de archivos—adujo Perolo— ahí tendrá los títulos de los cuentos para participar.
—¡Qué me pides, Perolo! No tengo ni idea de cómo se hace tal cosa.
—¡Si pensaras en algo que no fuese dormir la siesta sabrías!—Replicó Perolo con los bigotes erizados. —Ponte al día y estudia o te quedarás imposibilitada para vivir los tiempos que se avecinan. Habrán cambios tan sustanciales que a los atrasados en conocimientos le va a resultar difícil. 
Rufina quedó reflexionando. Perolo tenía razón. Ella perdía el tiempo durmiendo y cotilleando con las amigas. Ahora que había descubierto que en el piso contiguo vivía Taíta, una gatita joven y muy buena pasaban tiempo persiguiendo escarabajos en el parque de Manolo. Hacían competiciones de subida a lo alto del tronco seco del ficus centenario 



—Bien, Rufina, cada día es una oportunidad para cambiar. Empieza ya. Verás que bonito es saber hacer cosas nuevas y relacionarte con la cultura y la superación personal. Yo miraré los archivos de la anciana Consuelo a ver qué encuentro. 
Perolo sacó sus gafas. Sin obstáculo alguno encontró lo que buscaba.
Su sorpresa fue aplastante: "La abuelita Dora y la anciana Consuelo eran la misma persona" Ante sus ojos apareció un poema que él conocía de La abuelita Dora. No comprendía como haría la anciana para participar por partida doble sin ser descubierta. Quizá pensaba disfrazarse, o buscar una cómplice que se preste a suplantarla. 
—¡Esto no me gusta nada! —Replicó Rufina al borde de un ataque de
histeria—Perolo, por favor, lee el poema. La curiosidad me atosiga.
—Vale, lo leeré, pero has de saber hacerlo tú en la próxima ocasión. 
Dice así:

Soy La abuelita Dora
la que quiere ser feliz
y no le importan los años
para amar y sonreír.

Amo a los que me aman
y si no me aman también
y si quieren que me calle
caigan por un terraplén.

Ni el invierno ni el verano
van a matar mi ilusión
aun sin usar minifalda 
ni zapatos de tacón.

Tampoco soy de pintarme
me gusta lo natural
ahorro todo lo que puedo
en gasto superficial. 

Me hicieron prueba de fuerza
 me dijo el doctor un día
que tenia por delante
doscientos años de vida.

El proyecto es cosa hermosa
para la abuelita Dora 
 marcharé sin hacer ruido 
y a otra cosa mariposa. 

—¡Dios mío, Dios mío! Qué cosas escribe la pobre mujer. A perdido la cabeza—criticó Rufina asustada. Si le faltaba la anciana Consuelo estaba perdida. 

María Encarna Rubio

  

 



 

sábado, 6 de septiembre de 2025

La abuelita Dora ni ríe ni llora


 La abuelita Dora

ni ríe ni llora.

Espera que venga

su nieto Manuel

para sorprenderle

con fiesta y pastel.

Le pone contenta

verle sonreír

es su alegría 

hacerle feliz.

Su vecina Lola

que nietos no tiene

con el nieto de Dora

también se entretiene.

Son buenas vecinas

 comparten la risa

para ser felices

se dan mucha prisa.

María Encarna Rubio





 

sábado, 2 de agosto de 2025

La gata Rufina sueña con la casita del bosque



 Tiempo hacía que la gata Rufina ansiaba volver a la casita del bosque. Añoraba los amaneceres con las estrellas pululantes en el cielo que poco a poco se iluminaba con los rayos del sol naciente. Noches había que ella paseaba los intricados caminos del bosque buscando algún roedor despistado, solo para asustarle, desde que conoció a al ratoncito Perolo había decidido no merendar con ningún ratoncillo malaventurado que tropezase con ella. 
El hastío de vivir encerrada en el piso de la anciana Consuelo casi se le hacía insoportable, pero no había solución, la anciana cada día necesitaba más de su compañía. Ella envejecía y los familiares se olvidaban de que ella necesitaba cariño y compañía. ¡Ingratos! Andaban alocados disfrutando de lo que la pobre anciana había logrado atesorar a lo largo de su vida llena de avatares y duras pruebas. 
Una mañana que la nostalgia la violentaba decidió tomarse un día libre y marchó sigilosa camino de su ansiado lugar hogareño.
Anduvo el largo trecho ocultándose entre los matorrales que crecían en ambos lados del camino. 
Llegó a la casita, sudorosa y sucia de malezas adheridas a su pelaje. Se dispuso a alcanzar con un salto el alfeizar de una de las  ventanas cuando el sonido de un cencerro venía de dentro de la casita. Un sobresalto aceleró su corazoncito de gata solitaria. ¿Será posible que dentro esté la cabrita Maruja? — Pensó la gata Rufina esperanzada. Sería gran alegría encontrarla.
 Ella solía frecuentar el lugar dando alimento a la gata y al ratoncito Perolo con la leche de su ubres rebosantes del delicioso 
sustento líquido almacenado. 
Y sí, allí estaba, pero no estaba sola, sobre su lomo se encontraba el saltamontes Nicasio que al ver a la gata saltó y se posicionó frente a Rufina que le recibió con un ronroneo festivo.
—¡Amiga mía! Sé bienvenida. Hace mucho que añoramos tu presencia. ¿Qué te trae por aquí?—Nicasio, que hacía tiempo no articulaba palabra, se volvió parlanchín y dicharachero.
—Me ha traído la nostalgia. Echo de menos la brisa del bosque y los amigos que tanto consuelo me prodigaron —aclaró Rufina. Sintió la fría penuria del momento que fue abandonada en la cuneta del camino. Aquél recuerdo puso un velo de rencor en su corazón borrando de un plumazo la alegría del encuentro. Todo su ser se convulsionó y la furia la hizo dar un bufido. La cabrita Maruja le asestó un lamido con su lengua y Rufina entró en un momento de calma.
—Olvida el pasado, Rufina—propuso la cabrita Maruja—olvida y perdona de corazón—argumentó—quién sabe si todo fue para tu bien. Ten en cuenta lo funesto que debe ser vivir rodeado de desidiosos y beligerantes con vicios que denigran y tornan facinerosos. ¡Mejor en la cuneta! 

María Encarna Rubio 

 

 

domingo, 27 de julio de 2025

La noche ha llegado


 Descansa, alma mía
la serena noche ha llegado
el susurro del viento está dormido
sobre la tenue luz de luna reclinado.
Las flores descansan sin rubor del sol ardiente
se nutren del frescor amoroso que el rocío les regala 
y en sus pétalos sedosos dormita indolente
la bella mariposa de hermosas alas.
Descansa, alma mía,
descansa hasta mañana.
El viento está dormido,
la luna calla.

María Encarna Rubio

 

sábado, 21 de junio de 2025

Los delirios de la araña Tiesa

 


 La araña Tiesa tenía delirios de impotencia. Su vida había transcurrido feliz, despreocupada hasta ahora. Nació de familia ordenada y muy próspera, pensaba ella que siempre sería así y que no habría problema a la hora de tender sus hilos en las ramas del ficus centenario donde había crecido en el confort y la abundancia. Los insectos que quedaban atrapados en sus redes siempre estaban nutridos de buenos elementos en sus jugos y sus fibras. Al parecer, según había escuchado los comentarios del abejorro Rurrupo y su hermano Charrupo, se avecinaban tiempos de cambios y carencias, estaba previsto que al ficus centenario le harán una poda exhaustiva y lo dejarán sin ramas. 
¡Pobre Tiesa! Estaba atacada de los nervios. No sabia qué hacer, si esperar a que todo suceda y después mirar la solución, o buscar otro ficus donde instalar sus redes de cacería.
Estaba sumida en sus cavilaciones cuando acertó a pasar por allí el búho Caroncio. Nada más verla pensó que algo le estaba robando el sosiego, dado que su semblante relajado de  ordinario, presentaba un aspecto desencajado y meditabundo. 
—¿Tienes algún problema, Tiesa? —La interfirió con su acostumbrada amabilidad al dirigirse a la araña, guardaba las distancias con precaución, pues Tiesa se alteraba a la más mínima y sus picaduras eran letales.
—¡Sí, Caroncio! —Argumentó de modo lastimero—se acerca el tórrido verano y hasta mí han llegado rumores de la poda exhaustiva de ficus centenario. 
—¡Santo cielo! —Exclamó Caroncio consternado. —A quién se le puede haber ocurrido semejante felonía.
—Según han dicho fuentes fidedignas al señor alcalde—adujo Tiesa, que tenía todas sus patas entrelazadas tal como hacía cuando algo la dejaba estupefacta.
—¡No me extraña! —Escupió Caroncio con pico torcido por el asco.—Es un patoso con cabeza de perro que nada coherente puede deducir—dijo—y añadió en un exabrupto—merece que claves un buen taladro de tu veneno y lo mandes a otro lugar a pasar el verano. 
Tiesa quedó en estado pensativo... 
La solución mañana.
  

sábado, 7 de junio de 2025

La gallina Teodora


 La gallina Teodora estaba sobrepasada, no salía de su asombro, todos sus pollitos estaban naciendo al mismo tiempo.
Era madre primeriza y no sabía qué hacer, si llevarlos primero al río para que aprendiesen a nadar o directos al comedero para enseñarlos a comer. 
Mucho le costó, pero decidió pasar por el gallinero de su amiga Picachata para pedirle consejo, ya que era gallina con mucha experiencia en criar pollitos y lo hacía con mucho acierto.

Teodora sufrió mucho por el camino, ya que sus pollitos salían corriendo en desbandada y no había manera de controlarlos. Les azuzaba con el pico, los sujetaba con las alas, pero no conseguía nada. En el colmo de la desesperación decidió dejarlos ir donde quisieran y marchar sola casa de su amiga. Cuando los pollitos observaron que mamá se alejaba sin ellos entraron en pánico y corrieron en tropel tras ella sin alejarse ni un momento.

Así fue que Teodora aprendió que sus pollitos tontos no eran, y que sabrían cuidar de sí mismos sin que ella tuviese que tomarse más trabajo del necesario. Si se excedía en protegerles no les haría ningún bien, pues descuidarían sus responsabilidades pensando que mamá se ocuparía de todo siempre.
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado. 

María Encarna Rubio 


 

jueves, 8 de mayo de 2025

Miedo


 ¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
Las moscas, el ruido, el trueno.
¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
La lluvia, los sueños, tus sesos.
¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
La vida, la calle, tu perro.
Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
La muerte, la noche, tu asco.
¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
La luna, las olas, la calma.
¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo! 
Ser viejo, ser pobre, ser malo.
Miedo, miedo, miedo,
Tener una pata de palo.

María Encarna Rubio


 

martes, 6 de mayo de 2025

Soñando la vida


 La vida es puro soñar.
Todos persiguen sus sueños,
y no dejan de soñar
aunque fallen sus intentos.
Sueñan los pajaritos
con la eterna primavera,
trabajan y hacen sus nidos
para cumplir su quimera.
 Queda el nido solo y triste
cuando aparece el invierno.
Así va pasando sin pausa
este devenir eterno.
A la huida de la nieve
nuevos sueños recupera.
Es la energía que mueve,
del universo la esfera.
Toda la vida es un sueño,
sueño de amor y de gloria,
para algunos son penando
para otros de victoria. 

María Encarna Rubio



 

sábado, 3 de mayo de 2025

Rufina prefiere el pescado

.
 La gata Rufina apenas recordaba la última vez que la anciana Consuelo le había dado un beso. Recorría todo su cuerpo un escalofrío al pensar que ya no la quería. ¿Quién le proveería la carne enlatada para gatos que tanto le gustaba? ¿Se olvidaría la anciana Consuelo de hacerlo?

Rufina andaba ocultándose por los rincones meditabunda y triste. No acertaba a comprender la indiferencia que la anciana Consuelo le demostraba de poco tiempo a esta parte. 

El ratoncito Perolo también había distanciado sus visitas. Según recordaba Rufina, la última vez que la visitó solo hablaba de Queta y de Flora, dos niñas que visitaban la biblioteca muy asiduamente. Ellas, con su mentalidad infantil, hacían inquietantes comentarios acerca del cierre de las escuelas y de la biblioteca, hasta de la iglesia, la gente se iba a dedicar a romperlo todo y a pelearse y matarse unos a otros. Rufina no comprendía nada. Le daba pánico pensar que tuviese que volver a vivir en la casita abandonada del bosque. Le daba mucho asco esa idea. ¡Todo sucio! Y lleno de excrementos de murciélagos colgados del techo. La cabrita Maruja que la proveía de leche, sabe dios si la volvería a ver. 

Comenzó Rufina a tiritar. No era de frío, sino de miedo. ¡Pobre Rufina! De gata indigente de campo, se había convertido en una gata acomodada de ciudad. Le daba miedo pensar que la vida le llevara a tener que cuidar de sí misma, ya no podría dedicarse a dormitar en tiempos de siega.


María Encarna Rubio





sábado, 29 de marzo de 2025

Vida para la vida


 

Una hoja de papel

en blanco y sin escritos

me dará la inspiración

para poemas inscritos.

Qué maravilloso es

tener un espacio en blanco

para poder componer

aquello que andas pensando.

No hay troncos de abedules

hay pajarillos cantando

planeando entre las nubes

hasta sus nidos bajando.

Asoman sus cabecitas

con los piquitos abiertos

sus hijitos esperando

a los padres con insectos.

¡Oh! Qué necesidad perentoria

la de todo ser viviente

de energía nutritiva

que su ser vivo alimente.

Veremos muy afanados

a padres de toda especie

trabajando con denuedo

aunque la vida le cueste.

La vida se conglomera

en toda la esfera terrestre

en vida para la vida

y en lucha contra la muerte.


María Encarna Rubio






miércoles, 19 de marzo de 2025

Saludable siesta

 La abuelita Dora
se encomienda a Dios
se duerme la siesta
y un solo día lo hace dos.
Se rejuvenece, le da mucha vida
si hace una siesta
después de la comida.
Su mente descansa
del propio ajetreo
renueva las fuerzas
después del recreo.
No hay que fastidiarse
y por nada pretender
que el cuerpo resista
 horas sin parar de hacer.
No hay caminata
después de comer
que te de más fuerzas
te hará envejecer.
Te pones cremita,
te haces la siesta
te levantas nueva
y te vas de fiesta.
 
María Encarna Rubio

 

lunes, 17 de marzo de 2025

Tortilla de pan viejo y morcilla

 Dora, Dora
se siente muy ufana
pues en la cocina
nadie le gana.
¡Qué rica tortilla
se ha cocinado
con pan viejo y morcilla!
Que a veces,
encuentras lo más rico
en la cosa más sencilla.
La receta la ha sacado
relatada con esmero
de un canal de cocina
de un fraile cocinero
que le acompaña en la mesa
cuando come cada día.
La informa y la orienta
con su paz y su armonía.
En Santo Espíritu del monte
se halla este cocinero
y los lunes sale al aíre
con su mandil y sus pucheros.

María Encarna Rubio


  


 

domingo, 16 de marzo de 2025

Células vitales


 ¡Qué bonitos!
La abuelita Dora y sus gatitos.
¡La ternura que desprende
la abuelita Dora
meciendo sus gatitos
en su mecedora!
El amor rejuvenece
el rostro se ilumina
 la sonrisa resplandece
y a las células anima.
Nuestras células vitales
van buscando el corazón
y todas se contorsionan
cuando hay animación.
Mece que te mece y mece
gatitos con ilusión
que se llenará de vida
y de amor el corazón.
 
 María Encarna Rubio

 

 

sábado, 8 de marzo de 2025

Amanecer

 


 Con grande placer
Dora, Dora admira
el amanecer.
Solo en ocasiones
y queda en reposo
 sin madrugones.
Respira profundo
exhala su aliento
y todas las tristezas
se las lleva el viento.
 Hermoso es por ahora
respirar,  será funesto
si al aíre puro
le ponen impuesto.
Dios nos lo regala
es puro disfrute
 el aíre es de todos
nadie lo discute...
Por ahora.

María Encarna Rubio
 


 

martes, 4 de marzo de 2025

Dora con disfraz


 Dora, Dora, 
va de carnaval
con gusto ha elegido
su lindo disfraz.
Dora, Dora,
sonríe a la vida
disfruta el momento
y ya nunca llora.
Ser una abuelita
no es suficiente
para negarse a la vida
y fenecer lentamente.
Dora, Dora,
derrocha alegría
hace sus comidas
ricas, ricas, cada día.
Arregla su casa
la mima y la adora
y deja un espacio
a su mecedora.
Mece que te mece
ríe que te ríe, y canta
cantar a la vida
a ella le encanta.

María  Encarna Rubio


 

 

MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...