martes, 16 de abril de 2024

Perolo supera su trauma

 



La pequeña casita del bosque amenazaba ruina. 
Perolo, el ratoncito que vivía en la biblioteca del señor Casamayor, había salido en busca de su amigo el saltamontes Nicasio. Acostumbraban dar caminatas por senderos tortuosos y perdidos entre la maleza del intricado bosque... ¡Aleluya! ¡La encontraron! Quedaron sorprendidos y extasiados al ver la casita... ¡Qué bonita y abandonada está! Comentó Perolo enseñando sus dientes puntiagudos y afilados como cuchillos de matarife. Nicasio, de un salto se introdujo por la ventanita abierta e hizo inspección meticulosa. Estaba desierta, pero las cenizas de la chimenea estaban tibias.
Perolo siguió los pasos de su amigo Nicasio y trepó hasta el ojo de buey que ventilaba la buhardilla. Al pronto, sus ojuelos de ratón tardaron en acostumbrarse a la penumbra que reinaba en el recinto. Cuando por fin sus pupilas ratoniles divisaron el entorno con claridad, quedó muy sorprendido al ver a la niña que dormía con complacencia en un viejo diván. Tenía las piernecitas dobladas, reposaba su carita sobre las palmas de sus manos unidas y movía sus labios en un balbuceo ininteligible, sonreía de tanto en cuanto, por lo que Perolo dedujo que se hallaba sumergida en fantástico sueño maravilloso. 
Bajó por una escalera hecha de troncos muy corroída por la carcoma en busca de Nicasio para darle la noticia de que no estaban solos, que arriba había visto a una bella durmiente. Acordaron después de una larga charla marcharse sin hacer ruido y volver otro día. Resultaba misterioso que la niña estuviese tan feliz en la casita solitaria, seguro que sus padres andarían cerca y era peligroso que encontraran un ratón y un saltamontes merodeando por su refugio...
¡ Peligro, peligro! Dijeron al unísono. ¡Corramos ahora que aún tenemos vida! Perolo, en su alocada carrera, cayó terraplén abajo dando vueltas sobre sí. Nicasio, que acostumbra viajar a lomos de Perolo, fue junto a él de bruces en un charco. Salieron del agua con ayuda de la rana Casilda, que ese día estaba generosa y se prestó para la buena obra.

 
Nicasio se despidió de Perolo con un estornudo y quedaron para el día siguiente. Perolo, de vuelta en la biblioteca, tomó asiento encima del cuento Alicia en el país de las maravillas, y se dispuso a relatar  en su diario los acontecimientos del día. 

María Encarna Rubio

     


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