Moisés anduvo el camino de vuelta a Egipto. Tal como Dios le había ordenado, se presentó casa de su familia e hizo concilio de ancianos, todos quedaron informados de porqué se encontraba allí. En compañía de su hermano Aarón se presentó ante el faraón. Fue su discurso conciso y rotundo instando al faraón a dejar en libertad al pueblo hebreo por orden de su Dios. El faraón, no estaba dispuesto bajo ningún concepto prescindir de los servicios de sus esclavos. Entonces, Moisés dejó caer su cayado que una vez en el suelo se convirtió en una gran serpiente, demostrando así el poder de su Dios. En respuesta el faraón llamó a sus magos que hicieron aparecer serpientes con el mismo procedimiento. Todos los presentes quedaron estupefactos viendo como la serpiente de Moisés engullía a las serpientes aparecidas. El faraón dejó claro que no cedería ante nada y Moisés anunció que pronto su Dios le haría cambiar de opinión y dieron comienzo las diez plagas que azotaron a Egipto.
Hoy es un día especial, pues se hace realidad algo que es importante para mí. Desde siempre supe que los últimos años de mi vida los pasaría escribiendo, pero nunca imaginé que sería de esta forma.
sábado, 27 de abril de 2024
sábado, 20 de abril de 2024
Moisés ante la zarza ardiente
Moisés vivió cuarenta años oculto en tierras de Madián trabajando de pastor para su suegro, Jetro. Recorría largos trechos buscando buenos pastos para el rebaño. Un día llegó hasta las faldas del monte Horeb y a cierta distancia distinguió una zarza que ardía largo rato y no se consumía. "Me acercaré a ver qué es eso"—pensó
cuando se disponía a avanzar, una voz le detuvo:
"¡No te acerques y descálzate, el suelo que pisas es sagrado!"
Moisés comprendió que era Dios quien le hablaba.
"Dirígete al faraón porque quiero que saques a mi pueblo de Egipto. Han llegado hasta mí sus lamentos y quiero que los conduzcas hasta Canán. Yo estoy contigo. Reúne a los ancianos de Israel y diles que te envía el Dios de vuestros padres".
—¿Y si no me creen? —preguntó Moisés.
Dios le dio poder para hacer milagros con su cayado y demostrar así al faraón que era Él quien lo enviaba. También le dijo que su hermano Aarón le serviría de vocero.
Qué lindo era mi huerto
¡Qué lindo era mi huerto!
Su esplendor me cautivaba.
Se regaba con el agua
Que del manantial manaba.
Crecía la zanahoria
El puerro y el perejil,
¡Qué lindo era mi huerto!
Tu regalo para mí.
Cada noche voy soñando
Los manzanos y ciruelos,
Con frutos tan suculentos
Que se pintan en los cuentos.
¡Qué lindo era mi huerto!
Tu regalo para mí.
En él crecía el pimiento
El puerro y el perejil.
María Encarna Rubio
jueves, 18 de abril de 2024
Perolo sueña con Roesina
En la biblioteca del señor Casamayor reinaba el silencio. Era noche cerrada y Perolo dormitaba tendido sobre el cuento "Ciento y un dálmatas". No tenía ni idea de quien era el autor ni le importaba, pero le había gustado tanto, que se propuso protegerlo de los intrusos roedores que pretendían acabar con todos los libros de la biblioteca.
No solo había cuentos en el rancio recinto, también se podía encontrar allí libros de autores famosos de todo lugar y época... "La dama de las camelias, La vuelta al mundo en ochenta días, Ana Carenina" y muchos, muchos más; pero Perolo, los que más protegía eran unos cuantos cuentos que había leído cuando estaba aprendiendo. No tuvo maestro que le enseñara, aprendió a leer solito, con una inspiración que parecía venir de los rayos de las tormentas en días de invierno.
Esa noche no había intrusos a la vista; pero por si acaso, Perolo había montado guardia y esperaba expectante dispuesto a jugársela con cualquiera que intentara hincar el diente a tan linda historia.
Dejó pasar el tiempo y se dispuso a descansar de tan ardua tarea. Tenía la impresión de que soñaría algo bonito y lo pasaría bien; quizá se atreviera a escribir lo que soñara si merecía la pena, porque él sabía escribir muy poco, no había practicado.
Cerró los ojos y se dio a imaginar que recibía la visita de una linda ratoncita de piel rosada y rabito largo e inquieto que le sonreía, tenía los dientes más puntiagudos y lindos que había visto nunca... "Me llamo Roesina" dijo con voz fina y aterciopelada sonriendo a Perolo con tal dulzura, que a Perolo se le erizaron los bigotes. "Vengo a que me prestes ese cuento que tanto te gusta. Te lo devolveré cuando lo lea y lo cuidaré con todo esmero" Perolo abrió los ojos. Había sido un sueño tan real, que tenía que cerciorarse de que Roesina estaba allí, frente a él...¡ Cómo era de esperar, no la vio! Perolo lo había pasado tan bien, que se dispuso a seguir imaginando que conversaba con Roesina y construyó una linda historia que la contaremos mañana.
María Encarna Rubio
martes, 16 de abril de 2024
Perolo supera su trauma
La pequeña casita del bosque amenazaba ruina.
Perolo, el ratoncito que vivía en la biblioteca del señor Casamayor, había salido en busca de su amigo el saltamontes Nicasio. Acostumbraban dar caminatas por senderos tortuosos y perdidos entre la maleza del intricado bosque... ¡Aleluya! ¡La encontraron! Quedaron sorprendidos y extasiados al ver la casita... ¡Qué bonita y abandonada está! Comentó Perolo enseñando sus dientes puntiagudos y afilados como cuchillos de matarife. Nicasio, de un salto se introdujo por la ventanita abierta e hizo inspección meticulosa. Estaba desierta, pero las cenizas de la chimenea estaban tibias.
Perolo siguió los pasos de su amigo Nicasio y trepó hasta el ojo de buey que ventilaba la buhardilla. Al pronto, sus ojuelos de ratón tardaron en acostumbrarse a la penumbra que reinaba en el recinto. Cuando por fin sus pupilas ratoniles divisaron el entorno con claridad, quedó muy sorprendido al ver a la niña que dormía con complacencia en un viejo diván. Tenía las piernecitas dobladas, reposaba su carita sobre las palmas de sus manos unidas y movía sus labios en un balbuceo ininteligible, sonreía de tanto en cuanto, por lo que Perolo dedujo que se hallaba sumergida en fantástico sueño maravilloso.
Bajó por una escalera hecha de troncos muy corroída por la carcoma en busca de Nicasio para darle la noticia de que no estaban solos, que arriba había visto a una bella durmiente. Acordaron después de una larga charla marcharse sin hacer ruido y volver otro día. Resultaba misterioso que la niña estuviese tan feliz en la casita solitaria, seguro que sus padres andarían cerca y era peligroso que encontraran un ratón y un saltamontes merodeando por su refugio...
¡ Peligro, peligro! Dijeron al unísono. ¡Corramos ahora que aún tenemos vida! Perolo, en su alocada carrera, cayó terraplén abajo dando vueltas sobre sí. Nicasio, que acostumbra viajar a lomos de Perolo, fue junto a él de bruces en un charco. Salieron del agua con ayuda de la rana Casilda, que ese día estaba generosa y se prestó para la buena obra.
María Encarna Rubio
viernes, 5 de abril de 2024
El pozo seco de la casita en ruinas
En el pozo seco de la casita en ruinas se había refugiado la serpiente Zapota.
Hacía años que el agua no fluía por quedar abandonado, y Zapota había encontrado allí un lugar seguro para vivir. Pasaba aletargada los meses más fríos esperando que el sol ardiente del verano recargara su termostato y salía reptando desde el fondo para reposar sobre el brocal. dormitaba calentita y muy a gusto, con un ojo abierto por si pasaba por casualidad algún roedor engullirlo, hacía meses que no comía.
A todo esto, se hallaba no lejos de allí el ratoncito Perolo, que también gustaba pasar alguna escapada en la casita en ruinas. Él, tenía su residencia en la biblioteca del señor Casamayor, un vecino que todo lo que tenía era tan anciano como él. Su mansión corría peligro de derrumbe. La biblioteca contenía cantidad de libros, con cantidad de polvo de años de antigüedad. Era por eso que Perolo gustaba tomar vacaciones en la casita en ruinas, allí corría el aíre libremente y traía aromas de las jaras del monte cercano. Nunca se atrevió a aventurarse más allá por si tenía la mala suerte de topar con alguna serpiente, no podía imaginar que tuviera el peligro tan cerca. Andaba confiado de que las serpientes solo estaban en el monte. Roía tranquilamente una cáscara de nuez cuando vio acercarse a la gallina Pitueca —¡Qué haces por aquí! —le dijo Pitueca en un cacareo estridente —en el brocal del pozo dormita la serpiente Zapota —continuo cacareando asustada, con las plumas del cuello y de la cola erizadas y abatidas con celeridad —corre y escóndete, que si te ve, con el hambre que tiene, será rápida como una centella y te atrapará. Perolo hizo caso omiso y siguió royendo la cáscara de nuez. No confiaba para nada en la gallina Pitueca, tenía fama de cotilla y farfullera. La gallina Pitueca, al ver la pasividad de Perolo optó por marcharse y dejar que corriera su suerte, ya que para nada le había importado el aviso.
Una vez que Perolo acabase de roer la cáscara de nuez, decidió darse una vueltecita por el lugar para estirar el rabito con toda tranquilidad, ya que en la biblioteca siempre lo tenía que retorcer para pasar de volumen en volumen. Además, la biblioteca estaba superpoblada de ratones royendo libros sin parar y todo eran tropezones y rabos enredados. Allí, tendría que entrar Zapota y aclarar un poco a los intrusos que llegaban de todas partes —pensaba Perolo —él había nacido allí, y sus padres, y sus abuelos... ¡Tenía todos los derechos para habitar allí!
Perolo, ensimismado en sus pensamientos, ni se dio cuenta de que se hallaba frente al pozo seco de la casita en ruinas. Pasó imprudente frente a Zapota, que con su ojo medio abierto lo vio pasar distraído y sacando su lengua bífida lo atrapó. Quiso la buena suerte que Perolo,
impregnado de polvo centenario de la biblioteca, causara nauseas a Zapota, que haciendo arcadas lo expulsó y lo dejó escapar. Corrió despavorido a su refugio, entre Los piratas del sur y La isla del tesoro.
María Encarna Rubio.
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