miércoles, 9 de diciembre de 2015

GENIO Y FIGURA

Un día que tuvo tiempo, ella, se miró en un espejo. Lo que vio la llenó de sorpresa y estupor: había en su rostro surcos y en sus ojos brillo de llanto, ¿soy yo?, no se reconocía ni remotamente. ¿Dónde están mis mejillas de lozana manzana?, ¿dónde el brillo de mis ojos azabache?
Cumpliendo con los requisitos de la vida cotidiana, no había caído en la cuenta de que estaba en una etapa delicada de su vida. Cada día que pasase se iría perdiendo su semblanza en la lejanía. Si se quedaba en casa, nadie la echaría de menos. No son de buen ver su cintura desproporcionada, ni su espalda abatida por el peso de los años; ni su rostro macilento y atormentado por las lineas que los años van marcando en la piel de los que nunca se miran al espejo. Los que no preparan la más delicada situación en que nos hemos de encontrar si no abandonamos antes el cuerpo que nos contiene y nos transporta. El espejo, cruel nos dirá: "ya no eres la más bella". Aún lo serán más los que pasen de ti y no te digan nada. "¡Genio y figura hasta la sepultura!"    
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