martes, 28 de octubre de 2025

La cabrita Catalina está que trina



 


 La cabrita Catalina pasaba la vida en busca de comida. Había observado lo que hacía su vecina, la serpiente doña Clementina y no salía de su asombro, mientras ella corría toda la mañana buscando brotes tiernos para después pasar horas masticando de nuevo todo lo que había ingerido por esos caminos de dios, la serpiente comía una vez cada nueve meses. —¡Qué injusticia!—Pensaba y refunfuñaba sin cesar de moler y moler las hierbas que había almacenado en la primera bolsa de su estómago de animal rumiante.
El búho Caroncio, que venía observando a la cabra Catalina, sentíase apenado por lo mal que llevaba Catalina los quehaceres de su vida. Hubiese querido tener una vecina alegre y dispuesta a llevar los avatares con paciencia, que aprovechara los espacios de tiempo libre que le quedaba entre buscar comida y rumiar. A nadie le gusta vivir cerca de personas que continuamente se quejan de lo que tienen que hacer para vivir y de cómo son. 
—Tengo que hablar con Catalina y contarle el secreto de dónde se encuentra la eterna felicidad— se dijo una mañana Caroncio. Él estaba muy adormilado, pues la búsqueda de sus alimentos la tenía que hacer por la noche. No sabía lo que era pasar un descanso tranquilo y dormir cuando los demás lo hacían. No se quejaba. Siempre se encontraba dispuesto a cumplir sus obligaciones cuando anochecía. Nunca decía nada.
Esa mañana, el búho Caroncio sacó fuerza de flaqueza y fue a ver a la cabrita Catalina que rumiaba con lágrimas en los ojos, llorando su mala fortuna:
 —¡Venga! Se lamentaba—¡a comer dos veces lo mismo!
—Buenos días Catalina—saludó Caroncio con cara de mareado—. Hace días que observo tu estado de ánimo y me preocupas. A decir vedad no puedo descansar tranquilo después de estar toda la noche trabajando ganando mi sustento oyendo tus lamentaciones. ¡Deja de balar tus quejas! Tienes que saber que en esta vida cada cual tiene sus problemas. Nada ayudas lamentándote ni das buen ejemplo. 
En ese preciso momento apareció la lagartija Fernanda—¡ Eso, eso! Mírame a mí, que si no paso tendida horas al sol no puedo correr. Me tacharán algunos de holgazana, no necesito comer tanto como tú, pero es un gran inconveniente tener que absorber calorcito de rayos UVA para ir tirando hacía adelante. Exactamente igual le pasa a la serpiente doña Clementina, come de tarde en tarde, pero sin rayos UVA se duerme y no despierta.

—¡Lo ves, Catalina!—Adujo el búho Caroncio— Vive feliz con lo que eres y como eres! ¡Ese es el secreto de la felicidad eterna! 

María Encarna Rubio 

  


domingo, 26 de octubre de 2025

Una aventura del saltamontes Nicasio

 



La mañana, con vientos huracanados, sorprendió al saltamontes Nicasio que dormía plácidamente sobre el viejo cojín de la casita del bosque. Salió al exterior a comprobar qué tal tiempo hacía, cuando se vio sorprendido, atrapado en una ráfaga de aire templado que lo arrastró a un lugar remoto. Nunca antes había visto el saltamontes Nicasio nada parecido. Un lugar sorprendente de cactus gigantes y un clima tan caluroso que derretía sus patitas si las posaba en el suelo. ¡Qué calor!—Pensó anonadado—. ¡Dónde me esconderé! Creo que debajo de esos nopales estaré fresquito y a salvo —dijo para sí—tienen pinchas lacerantes, pero oí decir un día a la gata Rufina que son comestibles, por lo tanto algo podré comer cuando sienta que el hambre me acucia. 
Así lo hizo el saltamontes Nicasio. Quedó oculto a la sombra de los nopales y cual fue su sorpresa al encontrar casi en letargo a la lagartija Fernanda. Estaba casi confundida con la piedrecita que la apoyaba. —¡Fernanda, Fernanda, despierta, soy el saltamontes Nicasio! Qué te ha traído hasta aquí. Estamos lejos de casa. A mí me trajo la ventolera. 
—Igual a mí—repuso Fernanda con voz entrecortada—Iba caminando por los pedruscos de los senderos que llevan a la casita del bosque y una bolsa de aíre caliente me atrapó. Hemos viajado gratis a otro continente. Sin esfuerzo. Igual que viajan los albatros desde América hasta Europa sin mover ni una pluma de sus alas. ¡Es bonito verdad! De ahora en adelante vendremos al desierto de Sonora sin que nos cueste dinero. Y como han descubierto el modo de hacer cultivos de frutas y verduras en el desierto, no pasaremos falta de nada.
—¡No puede ser!—Argumentó Nicasio—en el desierto no hay agua.
—¡Qué sí! El aíre es como vacas con ubres llenas de agua. Con el sistema de enfriamiento del aíre las ordeñan y extraen la que necesitan para el riego gota a gota.
Nicasio no salía de su asombro. ¡Las cosas que sabía la lagartija Fernanda! Vería de coger la próxima bolsa de aíre caliente y viajar a Europa para contarle a ratoncito Perolo y a la gata Rufina su gran aventura. 

María Encarna Rubio     


domingo, 19 de octubre de 2025

Bella melodía


 Cantando todo se ilumina
los pesares humo sin llama,
venga del cielo la melodía
 cansancio y penar termina.

 Los glaciares de azul se tiñen
las lagunas rizan sus aguas puras
vientos acarician las rocas lisas
y suben tus sueños a las alturas.

 Para ti, viajero de sonrisa franca,
 tus vivencias que al mundo lanzas
junto a tu huella hitos de esperanza
y en el azul del cielo la nube blanca.





María Encarna Rubio








 

miércoles, 15 de octubre de 2025

Un encuentro fortuito




 La gata Rufina salió de paseo muy de mañana. Gustaba ver la salida del sol en el horizonte. De manera fortuita, encontró al saltamontes Nicasio enredado en los matojos del sendero. No pudo controlar su sorpresa y lanzó un maullido con estrépito inaudito:
—¡Nicasio, qué te ha pasado, a qué has venido a este lugar lejano de  casa! 
También Nicasio sufrió gran sobresalto al ver a Rufina frente a él.
—¡Qué alegría, Rufina! Como ves me encuentro en gran apuro. Tengo una patita rota y no puedo salir del forraje. Ayúdame, por favor.
Rufina no tardo en coger con sus dientes a Nicasio igual que si fuese un bebito. Lo subió sobre su lomo y se dirigió a la biblioteca en busca del Ratoncito Perolo.

El ratoncito Perolo estaba en ese momento de reunión con varias hormigas que habían hecho su hormiguero en el sótano de la biblioteca. Perolo las estaba increpando. No estaba de acuerdo con la permanencia de estas en lugar tan poco apropiado para ellas. Allí no había comida ni cualquier otra cosa que ellas pudieran acarrear para su almacenamiento. —Los libros no se comen, se leen. Váyanse a otro lugar. Aquí no encontrarán viandas almacenables —argumentaba Perolo muy alterado.
Rufina, para atraer su atención prolongó un ronroneo. Perolo pronto dejo su contienda con las hormigas y se dirigió hacía ellos con premura. Atendieron a Nicasio, le dieron alojo y cariño tal como hacen los buenos amigos. 

María Encarna Rubio



   

 

martes, 7 de octubre de 2025

Besitos tiernos

 

¡Qué lindo día hace esta mañana!
Lucen brillos de rocío
por mi ventana.
Siempre abrigo en mi regazo
con mucho amor
a mis retoños amados
y a mi ordenador.
Escribo cuentitos lindos
y ocurrentes
cuando mis nietos pequeños
no están presentes.
Ellos esperan leerlos
con ilusión,
cuando es pertinente 
la ocasión. 
Caminan emocionados, 
llegan corriendo
a mirar el cuentito
que voy escribiendo.
Unos viven muy lejos
otros más cerca,
ellos llenan mi vida
de brisa fresca.
La abuelita Dora
que escribe cuentos
para hacerles felices
y verles contentos.
Besitos, besitos tiernos
de amor profundo
dedico a mis nietecitos
de todo el mundo.
💓💔💓💔

María Encarna Rubio




 

domingo, 21 de septiembre de 2025

Rufina en tinieblas

 La gata Rufina veía el bullicio de la calle y se molestaba. No le gustaba ser perturbada en su descanso de la siesta. Su gusto sería pasar en el campo las fiestas del pueblo, pero la anciana Consuelo, desde que abandonó el nombre de Dolores no perdía ninguna ocasión de festear a la más mínima ocasión en el recinto del jardín de Manolo tomando refrescos con amistades peculiares, tan festeras como ella. Rufina echaba de menos al ratoncito Perolo, sumido en sus estudios en la biblioteca municipal. —¡Ay, Perolo! — Pensaba Rufina— si tuviese un móvil y supiera manejarlo y tú ídem de lo mismo, te mandaría mensaje de voz para decirte que huyamos juntos a la casita del bosque. No soporto los ruidos en fecha de fiestas. Mi paz se ve distorsionada y mi siesta se entorpece. 
Una mañana Perolo se presentó de modo sigiloso. Traía una sorpresa para Rufina. En la biblioteca se anunciaba un recital de poesía y de cuentos infantiles con motivo de las fiestas patronales. Era seguro, la anciana Consuelo constaba entre los participantes, él había leído su nombre en la lista. También estaba el nombre de su amiga escritora de poemas infantiles denominada «La abuelita Dora».
Rufina no salía de su asombro. —¡No lo puedo creer, Perolo!—Manifestó Rufina con vehemencia—en la conducta de la anciana Consuelo no he notado alteraciones en su rutina diaria.  
—Busca en su carpeta de archivos—adujo Perolo— ahí tendrá los títulos de los cuentos para participar.
—¡Qué me pides, Perolo! No tengo ni idea de cómo se hace tal cosa.
—¡Si pensaras en algo que no fuese dormir la siesta sabrías!—Replicó Perolo con los bigotes erizados. —Ponte al día y estudia o te quedarás imposibilitada para vivir los tiempos que se avecinan. Habrán cambios tan sustanciales que a los atrasados en conocimientos le va a resultar difícil. 
Rufina quedó reflexionando. Perolo tenía razón. Ella perdía el tiempo durmiendo y cotilleando con las amigas. Ahora que había descubierto que en el piso contiguo vivía Taíta, una gatita joven y muy buena pasaban tiempo persiguiendo escarabajos en el parque de Manolo. Hacían competiciones de subida a lo alto del tronco seco del ficus centenario 



—Bien, Rufina, cada día es una oportunidad para cambiar. Empieza ya. Verás que bonito es saber hacer cosas nuevas y relacionarte con la cultura y la superación personal. Yo miraré los archivos de la anciana Consuelo a ver qué encuentro. 
Perolo sacó sus gafas. Sin obstáculo alguno encontró lo que buscaba.
Su sorpresa fue aplastante: "La abuelita Dora y la anciana Consuelo eran la misma persona" Ante sus ojos apareció un poema que él conocía de La abuelita Dora. No comprendía como haría la anciana para participar por partida doble sin ser descubierta. Quizá pensaba disfrazarse, o buscar una cómplice que se preste a suplantarla. 
—¡Esto no me gusta nada! —Replicó Rufina al borde de un ataque de
histeria—Perolo, por favor, lee el poema. La curiosidad me atosiga.
—Vale, lo leeré, pero has de saber hacerlo tú en la próxima ocasión. 
Dice así:

Soy La abuelita Dora
la que quiere ser feliz
y no le importan los años
para amar y sonreír.

Amo a los que me aman
y si no me aman también
y si quieren que me calle
caigan por un terraplén.

Ni el invierno ni el verano
van a matar mi ilusión
aun sin usar minifalda 
ni zapatos de tacón.

Tampoco soy de pintarme
me gusta lo natural
ahorro todo lo que puedo
en gasto superficial. 

Me hicieron prueba de fuerza
 me dijo el doctor un día
que tenia por delante
doscientos años de vida.

El proyecto es cosa hermosa
para la abuelita Dora 
 marcharé sin hacer ruido 
y a otra cosa mariposa. 

—¡Dios mío, Dios mío! Qué cosas escribe la pobre mujer. A perdido la cabeza—criticó Rufina asustada. Si le faltaba la anciana Consuelo estaba perdida. 

María Encarna Rubio

  

 



 

sábado, 6 de septiembre de 2025

La abuelita Dora ni ríe ni llora


 La abuelita Dora

ni ríe ni llora.

Espera que venga

su nieto Manuel

para sorprenderle

con fiesta y pastel.

Le pone contenta

verle sonreír

es su alegría 

hacerle feliz.

Su vecina Lola

que nietos no tiene

con el nieto de Dora

también se entretiene.

Son buenas vecinas

 comparten la risa

para ser felices

se dan mucha prisa.

María Encarna Rubio





 

MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...