jueves, 8 de mayo de 2025

Miedo


 ¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
Las moscas, el ruido, el trueno.
¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
La lluvia, los sueños, tus sesos.
¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
La vida, la calle, tu perro.
Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
La muerte, la noche, tu asco.
¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo!
La luna, las olas, la calma.
¡Qué miedo, qué miedo, qué miedo! 
Ser viejo, ser pobre, ser malo.
Miedo, miedo, miedo,
Tener una pata de palo.

María Encarna Rubio


 

martes, 6 de mayo de 2025

Soñando la vida


 La vida es puro soñar.
Todos persiguen sus sueños,
y no dejan de soñar
aunque fallen sus intentos.
Sueñan los pajaritos
con la eterna primavera,
trabajan y hacen sus nidos
para cumplir su quimera.
 Queda el nido solo y triste
cuando aparece el invierno.
Así va pasando sin pausa
este devenir eterno.
A la huida de la nieve
nuevos sueños recupera.
Es la energía que mueve,
del universo la esfera.
Toda la vida es un sueño,
sueño de amor y de gloria,
para algunos son penando
para otros de victoria. 

María Encarna Rubio



 

sábado, 3 de mayo de 2025

Rufina prefiere el pescado

.
 La gata Rufina apenas recordaba la última vez que la anciana Consuelo le había dado un beso. Recorría todo su cuerpo un escalofrío al pensar que ya no la quería. ¿Quién le proveería la carne enlatada para gatos que tanto le gustaba? ¿Se olvidaría la anciana Consuelo de hacerlo?

Rufina andaba ocultándose por los rincones meditabunda y triste. No acertaba a comprender la indiferencia que la anciana Consuelo le demostraba de poco tiempo a esta parte. 

El ratoncito Perolo también había distanciado sus visitas. Según recordaba Rufina, la última vez que la visitó solo hablaba de Queta y de Flora, dos niñas que visitaban la biblioteca muy asiduamente. Ellas, con su mentalidad infantil, hacían inquietantes comentarios acerca del cierre de las escuelas y de la biblioteca, hasta de la iglesia, la gente se iba a dedicar a romperlo todo y a pelearse y matarse unos a otros. Rufina no comprendía nada. Le daba pánico pensar que tuviese que volver a vivir en la casita abandonada del bosque. Le daba mucho asco esa idea. ¡Todo sucio! Y lleno de excrementos de murciélagos colgados del techo. La cabrita Maruja que la proveía de leche, sabe dios si la volvería a ver. 

Comenzó Rufina a tiritar. No era de frío, sino de miedo. ¡Pobre Rufina! De gata indigente de campo, se había convertido en una gata acomodada de ciudad. Le daba miedo pensar que la vida le llevara a tener que cuidar de sí misma, ya no podría dedicarse a dormitar en tiempos de siega.


María Encarna Rubio





MAMÁ OSA PERIPITOSA

En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...