Hoy es un día especial, pues se hace realidad algo que es importante para mí. Desde siempre supe que los últimos años de mi vida los pasaría escribiendo, pero nunca imaginé que sería de esta forma.

domingo, 21 de noviembre de 2021
Pasión loca
miércoles, 17 de noviembre de 2021
Los amigos de Luisito
lunes, 1 de noviembre de 2021
La bruja Rogelia y su gato Flas
Un día marchó de viaje sobre su escoba voladora. Llevó consigo a su querido gato Flas para que no quedara solo en casa.
Iba saludando a todos con su sonrisa incesante, no sabía que le esperaba una gran sorpresa:
Al poco rato de haber salido se formó un fuerte huracán y una ráfaga de viento fuerte arrastró su escoba a toda velocidad hacía un lugar desconocido.
Rogelia casi no podía controlar su escoba. Subía y subía hacía lo alto y ya se encontraba más alta que las nubes y todos los picos más altos de las montañas. Su gato Flas tiritaba de frío.
Estaba asustada, pero al mismo tiempo se encontraba feliz, pues ella, estando con su gato no sabía estar de otra manera.
Aterrizó en un planeta muy extraño, tenía cuatro soles y muchas ranas voladoras. Allí no había pajaritos, ni mariposas, las ranas estaban por todas partes y no dejaban de croar.
La bruja Rogelia estaba muy sorprendida, pues las ranas al croar cantaban a coro muy lindas canciones.
Los niños reían y bailaban en la plaza del pueblo. La bruja Rogelia bajó de su escoba, la dejó en un rinconcito escondida, le dijo a Flas que cuidara de ella y se fue a bailar con los niños.
Daba saltos sin cesar y corría de acá para allá igual que si estuviera loca.
Al rato de estar bailando se le acercó un conejo que estaba tendido sobre un banco de la plaza y le habló con una claridad que dejó a la bruja Rogelia extrañadísima.
—¿Tú eres una bruja terrícola? —le preguntó —o vas disfrazada para Halloween.
La bruja Rogelia no sabía qué contestar. Miró al conejito y le dijo:
—¿Y tú, vas disfrazado de conejito para Halloween?
—¡No! Yo soy un conejo de verdad —le contestó mientras estornudaba con mucha fuerza, pues era alérgico a las brujas terrícolas.
—Pues yo también soy una bruja de verdad y no voy disfrazada. Y viendo que en aquel planeta todo era muy extraño, buscó su escoba y a Flas para intentar volver a casa, pero no los encontró. Unos niños los habían cogido y estaban volando por todo el pueblo junto con un enjambre de ranas voladoras que los iban siguiendo.
Entonces, la bruja Rogelia se acordó de una canción mágica que le cantaba su abuelo mientras trillaba el trigo en la era, que decía:
Vamos a cantar,
canciones para las ranas.
Que no dejan de croar,
por noches ni por mañanas.
Las siestas yo quiero echar,
y ellas me cantan las nanas.
Cómo la canción tenía mucha magia, al escucharla las ranas, arrebataron la escoba y a Flas a los niños y los llevaron a donde estaba la bruja Rogelia que se fue volando a su casa contenta de aquella aventura, pero nunca más salió a volar con tiempo huracanado.
"Y colorín colorado, este cuento se ha acabado"
María Encarna Rubio
miércoles, 20 de octubre de 2021
La tortuguita Vereta
La tortuguita Vereta no era feliz. Vivía en un bosque encantado. No había pinos ni enjambres de abejas.
Tenía siempre la mirada fija en el horizonte, por si veía a los pajaritos volar, pero tampoco los había desde hacía mucho tiempo. Todos se habían marchado. Cómo los árboles del bosque no tenían hojas, los pajaritos no podían hacer allí sus nidos.
Un día despertó decida a marcharse. No tenía que hacer mudanza, pues ella llevaba su casita a cuestas, igual que los caracoles.
Su abuela le decía:
—No te vayas, Vereta. Lo mismo viene una lluvia de Sol naciente y todo vuelve a florecer igual que antes. Las aventuras son eso, aventuras. Nunca sabes qué te sucederá. Aquí estamos todos los que conoces y te queremos. Nos ayudaremos unos a otros y trataremos de ser felices con lo que tenemos.
Vereta estaba decidida a marchar. Se sentía capaz de salir adelante sola y estaba dispuesta a enfrentar los peligros que se fueran presentando.
Se marchó antes de salir el sol. Andaba despacito, como lo hacen las tortugas, pero anduvo sin parar y al llegar la noche ya estaba muy lejos de su bosque de árboles sin hojas. Se ocultó en su concha a esperar el nuevo día.
Cuando despertó, llena de extrañeza, pudo comprobar que se hallaba metida en el bolsillo de una mochila. Un senderista la había capturado y la llevaba a sus espaldas. Cada paso que daba la mochila daba un fuerte traqueteo y ella se encontraba muy mareada.
Notó un golpe y después fue depositada en un terrario. Había más tortugas allí. Todas dormitaban ya que casi no se podían mover, el terrario no era muy grande.
Estaba aterrorizada. ¡Cómo echaba de menos estar libre en su bosque sin hojas!
Pasaban los días y todo seguía igual. No pensaba en nada que no fuese escapar de allí, pero no veía la forma. De pronto, se acordó de un truco que su abuela le enseño, dejando de respirar un tiempo entraba en catalepsia, se ponía de color verde y parecía muerta.
Así lo hizo. Cuando su cuidador la vio creyó que había muerto y la tiró a la basura.
Y así fue que se vio libre. Recorrió el camino hacía el bosque encantado. Cuando llegó no salía de su asombro, el bosque había florecido, las abejas zumbaban de flor en flor y los pajaritos cantaban.
¡Qué razón tenía mi abuela! Se decía. Tenemos que trabajar para que florezca la tierra donde hemos nacido.
María Encarna Rubio
viernes, 8 de octubre de 2021
Un corazón que late
jueves, 16 de septiembre de 2021
El que es elegido
lunes, 13 de septiembre de 2021
El cielo azul de fondo
sábado, 11 de septiembre de 2021
La cabra Maruja y el sapito Nicasio
lunes, 6 de septiembre de 2021
El día que yo muera
domingo, 5 de septiembre de 2021
Canto Gregoriano
lunes, 9 de agosto de 2021
U
¿Sabías que, sabios y sabías, sabían?
Un sabio de la antigüedad
sabía... "Que no sabía nada".
Aún no sabiendo nada...
Se propuso acabar con una Época.
Lo consiguió después de morir por ello.
Otro, el más sabio de todos los sabios, decía: "Mi Reino no es de este mundo"
También se propuso cambiarlo todo en este mundo, a pesar de no ser el suyo.
También lo consiguió después de morir por ello.
Todos los males que me aquejan derivan de saber...
¡Que no sé nada!
¿Cómo sabré que algo sé? si he de morir.
😕
María Encarna Rubio
lunes, 2 de agosto de 2021
Ellos eran ellos
Ellos eran ellos... Nosotros... nosotros.
Tú, eras tú... Yo, era yo.
Te esperaba... Venías.
Largas eran nuestras charlas,
pero, no me conocías...
Tampoco te conocía,
a pesar de que a diario...
te veía.
Ellos eran ellos... Nosotros... nosotros.
Hasta que llegó aquel día...
que ellos eran aquellos
que su mano nos tendía.
Para enlazar nuestras manos,
nuestros cuerpos, nuestra vida.
Y por su acuerdo oportuno...
Nosotros dos fuimos uno.
Y fue así que me amaste...
Y fue así que te amé.
Mi deseo deseaste.
Tu deseo deseé.
No fue que me abandonaste.
No fue que te abandoné.
Fue que entraste y te quedaste
para vivir en mi ser.
Y por tu acto oportuno...
Para siempre somos uno.
María Encarna Rubio
lunes, 26 de julio de 2021
Poema al abuelo Juan
Narcisos
viernes, 12 de marzo de 2021
Los libros del alma
martes, 9 de marzo de 2021
Un corazón vacío
domingo, 21 de febrero de 2021
Vestía de blanco
—¡Dalam, dalam!, ¡Dalam, dalam!
—¿Qué sucede?, ¿Por qué suenan las campanas a estas horas de la madrugada?
Esta es la pregunta que se hacían los vecinos del pueblo perdido entre un mar de limoneros.
La madrugada era fría y una espesa niebla todo lo invadía; a pesar de ello, un aroma intenso de azahar saturó el olfato de los vecinos que vivían próximos a la iglesia del pueblo.
Habían abandonado su descanso para salir a averiguar por qué tañían las campanas a horas tan intempestivas.
Atemorizados, se acercaron al antiguo portón del templo: permanecía entreabierto...
El tumulto penetró en la iglesia. La niebla los seguía. Pronto las imágenes en sus hornacinas quedaron veladas por un halo de misterio.
El Cirio Pascual que permanecía encendido junto al Sagrario, hacía su llamita tintineante casi invisible.
Al instante, en el coro de la iglesia, el antiguo órgano dio comienzo a ejecutar la
´Marcha Nupcial F. Mendelssohn´
Quedaron todos petrificados. Hacía años que había quedado mudo con sus ancianos tubos enmohecidos.
¡Y eso no era todo: estaba funcionando solo, nadie había sentado en el banquillo!
Y fue entonces, cuando apareció su imagen frente al altar mayor, velada por la niebla... Iba vestida de blanco.
Fue bajando los escalones con pausa. Se situó frente al pasillo central que forman los bancos que ocupan el recinto de la nave central de la iglesia.
El silencio se hacía palpable. Nadie era capaz de pronunciar palabra:
´La novia de la niebla´ era un vestido flotante, sin manos y sin rostro.
Entre paso y paso, transcurría un minuto.
Al llegar al final del pasillo anduvo más a prisa. Llegó hasta la salida y atravesando el anciano portón, salió a la plaza al tiempo que el tañer de las campanas modificó el significado de su mensaje:
¡Dinn... Donn!, ¡Dinn... Donn!
«¡Duelo!»
La novia sin rostro anduvo ligera. Fue por las calles oscuras veladas de Boria. Llevaba tras de sí a la comitiva de curiosos que la seguían en silencio.
De pronto se detuvo. Volviéndose, quedó frente a frente a sus acompañantes:
—¿Recuerdan cuando a estas horas se levantaban para rezar el Rosario de la Aurora?
Su voz sonaba como de ultratumba. Siguió recorriendo plazas y calles.
Llegó silenciosa hasta una casa apartada, con verja y jardín.
Su vestido blanco se fue llenando de rosas carmesí.
—¡Mi amado!, ¡Su nombre debió ser Ilustre!
Pero nunca será ilustre. Ni acudirá a mi boda.
Soy la novia de un Ilustre que esta noche en esta casa ha sido abortado.
María Encarna Rubio
416 palabras
sábado, 13 de febrero de 2021
Perolo vuelve cambiado
—¡Rufina, soy yo, Perolo! — Como no sabes inglés, traduzco la frase de arriba:
"Hola Rufina. Mi foto con niebla. Te quiero".
jueves, 11 de febrero de 2021
Las brasas de la barbacoa
— ¿Una fiesta? —Pensó Rufina al escuchar a su ama— iré a ver que se le ha ocurrido.
Cuando Rufina bajó del jacarandá y se presentó ante la anciana esta estaba haciendo brasas en la barbacoa con una gran fogata encendida. Había una bandeja con carne fresca encima de la mesa del cenador... y con algo más que dejó perpleja a Rufina... ¡Sardinas!
Rufina nunca antes había visto aquellos peces que parecían montones de escamas de plata.
—¿Qué pretenderá hacer con eso?—pensó con recelo—. Acto seguido, y atraída por un raro olor que desprendían aquellos peces extraños, se acercó despacito a husmear en el pescado.
—¡Son sardinas, Rufina!— Aclaró la anciana al ver que Rufina estaba con extrañeza— ¡Las he comprado para ti! hoy es San Valentín, patrón de los enamorados, y como tú y yo no tenemos a ningún enamorado... ¡Pues vamos a celebrar que estamos vivas!
Rufina solo sabía una cosa: no pensaba comer sardinas. Ella ya no era una gata de campo. Solo comería: "Carne enlatada para gatos"
Entre idas y venidas de la anciana, los leños prendidos en el hogarcito de la barbacoa se habían convertido en brasas incandescentes. Todo un lujo de belleza que atraía a Rufina de modo poderoso. Comenzó el ritual de la preparación de los alimentos para asar en la parrilla. Cuando los efluvios que desprendía la sardina invadieron todo el jardín, Rufina sintió tal deseo de probarlas, que saltó sobre la parrilla que se hallaba aún en las brasas. Por suerte, la anciana Consuelo estaba cerca y de un fuerte tirón la salvó de quedar asada como una sardina. Rufina creía que lo mejor del mundo era la carne enlatada para gatos, pero ese día de San Valentín aprendió que las sardinas asadas a la parrilla también le gustaban mucho. Estaba ella saboreando su banquete, cuando de improviso, vio que la anciana escritora de cuentos descorchaba una botella de champan. —¡Ah, eso sí que no lo haré!, ¡no beberé otra cosa que no sea agua!—mascullaba Rufina sin sacar el hocico del plato. Cuando la copa de champan estuvo llena, la anciana Consuelo, para gran sorpresa de Rufina, se dirigió hacía el pino al que le había dado el nombre de su difunto marido, lanzando la copa con fuerza contra su tronco. Se rompió en pedacitos. Al tiempo que el champan se deslizaba tronco abajo, besaba y besaba a su árbol favorito con besos sonoros. Después buscó su guitarra y cantó una canción dedicada a su amado:
¡Amado mío!
Te quiero tanto...
No sabes cuánto...
Ni lo sabrás...
Entre tanto Rufina, con la ingesta de sardinas que llevaba dentro, subió sobre el jacarandá a dormir una siestecita.
María Encarna Rubio
Las brasas de la barbacoa
—¡Rufina!, ¡Dónde estás! —gritaba la anciana Consuelo con todas las fuerzas de sus pobres cuerdas vocales y sus gastados pulmones —.
¡Ven pronto!
¡Vamos a celebrar una fiesta!
— ¿Una fiesta? —Pensó Rufina al escuchar a su ama— iré a ver que se le ha ocurrido.
Cuando Rufina bajó del jacarandá y se presentó ante la anciana, esta estaba haciendo brasas en la barbacoa con una gran fogata encendida.
Había una bandeja con carne fresca encima de la mesa del cenador... y con algo más que dejó perpleja a Rufina... ¡Sardinas!
Rufina nunca antes había visto aquellos peces que parecían montones de escamas de plata.
—¿Qué pretenderá hacer con eso?—pensó con recelo—. Acto seguido, y atraída por un raro olor que desprendían aquellos peces extraños, se acercó despacito a husmear en el pescado.
—¡Son sardinas, Rufina!, ¡Las he comprado para ti!, hoy es San Valentín, patrón de los enamorados, y como tú y yo no tenemos a ningún enamorado...
¡Pues vamos a celebrar que estamos vivas!
Rufina solo sabía una cosa: no pensaba comer sardinas.
Ella ya no era una gata de campo. Solo comería...
"Carne enlatada para gatos"
Entre idas y venidas de la anciana, los leños prendidos en el hogarcito de la barbacoa, se habían convertido en brasas incandescentes.
¡Todo un lujo de belleza que atraía a Rufina de modo poderoso!
Comenzó el ritual de la preparación de los alimentos para asar en la parrilla.
Cuando los efluvios que desprendía la sardina invadieron todo el jardín, Rufina sintió tal deseo de probarlas, que saltó sobre la parrilla que se hallaba aún en las brasas.
Por suerte, la anciana Consuelo estaba cerca. La agarró de la cola y de un fuerte tirón la salvó de quedar asada como una sardina.
Rufina creía que lo mejor del mundo era la carne enlatada para gatos, pero ese día de San Valentín aprendió que las sardinas asadas a la parrilla también le gustaban mucho.
Estaba ella saboreando su banquete, cuando de improviso, vio que la anciana escritora de cuentos descorchaba una botella de champan.
—¡Ah, eso sí que no lo haré!, ¡no beberé otra cosa que no sea agua!—mascullaba Rufina sin sacar el hocico del plato.
Cuando la copa de champan estuvo llena, la anciana Consuelo, para gran sorpresa de Rufina, se dirigió hacía el pino al que le había dado el nombre de su difunto marido, lanzó la copa con fuerza contra su tronco. Se rompió en pedacitos. Al tiempo que el champan se deslizaba tronco abajo, besaba y besaba a su árbol favorito con besos sonoros.
Después buscó su guitarra y cantó una canción dedicada a su amado y difunto marido:
¡Amado mío!
Te quiero tanto...
No sabes cuánto...
Ni lo sabrás...
Entre tanto Rufina, con la ingesta de sardinas que llevaba dentro, subió sobre el jacarandá a dormir una siestecita.
María Encarna Rubio
martes, 9 de febrero de 2021
Unos lindos regalos
MAMÁ OSA PERIPITOSA
En la casita del bosque todo iba bien. Las gallinas ponían sus huevos en una cesta y mamá osa los llevaba al mercado. Sería bonito pensar q...
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Geromín, era un gato la mar de travieso. A pesar de su corta edad, tenía unas uñas muy bien desarrolladas; cuando jugaba con Ana,...
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A través de mi ventana, Se dibuja el horizonte. El sol hoy día, no brilla, Ni los colores del monte. Nada hace presagiar Que ...